Si Franz Kafka siguiera vivo, hoy cumpliría 130 años y sus cuentos permanecerían en el anonimato. Por suerte para la literatura universal, no fue así. Poco después de su muerte, en 1924, su compañero y amigo Max Brod desoyó las instrucciones del escritor, que le indicaba quemar todos sus manuscritos y los publicó.
Los cuentos de Kafka se han caracterizado por tener situaciones angustiosas e ilógicas que escapan del control del hombre. Es más, en ocasiones sus mismos personajes experimentan una suerte de determinismo trágico que, incluso si se vuelven cucarachas, ven como lo más normal del mundo. A esta serie de rasgos, representados constantemente en la obra del checo, se le conoce como “kafkiano”.
Este adjetivo representa lo absurdo y no únicamente se puede aplicar a los cuentos de Kafka, sino a los distintos personajes que habitan en la sociedad. Por ese motivo, aquí presentamos tres actividades a las que el saco “kafkiano” les queda como mandado a hacer:
Burócrata: Esta es tal vez la vía más rápida para el éxito kafkiano y las prestaciones sindicales. Lo único que tiene que hacer es cumplir la regla de oro del godinato gubernamental: No trate bien a nadie. Y menos en horario de oficina.
Aprenda que los problemas ajenos a usted no le interesan en lo más mínimo; hasta le estorban a veces. Si cae en la tentación y cree que en verdad el sistema está hecho para facilitarle la vida a alguien, o incluso tiene la debilidad por regalarle una sonrisa al pobre incauto que lleva formado desde las siete de la mañana, ¡desista!
Tenga siempre a la mano, como su mantra, el cuento Ante la ley. Recuerde que usted es como el guardia y todo aquello que viva tras el mostrador es un campesino incauto que no sabe que la única función de un burócrata es permanecer en su escritorio hasta que se cierran las puertas. A usted, empleado del gobierno, no le pagan por trabajar; su única función es reiterar lo irrealizable de un trámite si no tiene el sello legible y servir de guía turístico en la oficina. Una vez aclarado el punto, pase a la ventanilla siguiente.
Nota: Si por algún motivo usted, en su intento de burócrata, quedó eliminado del sistema, siempre tiene la opción de trabajar en un Oxxo donde “le cobra el de al lado”.
Abogado: Estudie leyes o vuélvase parte de alguna organización que vele por la justicia. No importa si usted es visor de ONG, director de cárcel, juez o una de las múltiples víctimas del sistema, su misión radica en nunca cuestionar nada—además de al ingrato que cuestiona sus métodos o a quien parezca su adversario natural—. Así como en La colonia penitenciaria, un presunción de culpabilidad ante todas las cosas. ¿Qué acaba de encarcelar a un inocente? Pobrecito, es una lástima pero no nos importa.
Si busca un ejemplo más claro, puede hacer como el infame juez Héctor Palomares—sí, ése que cacharon in fraganti en Presunto Culpable—y no diga esta boca es mía cuando alguien lo contradiga. Quédese calladito un rato, hasta que los medios se aburran de usted y cambien de tema. Pero eso sí, nunca deje de presumir su investidura y su rigor contra el criminal (aunque el criminal no sea el que está tras las rejas). Para ser el kafkiano perfecto sólo recuerde: El que alguien lleve un juicio apegado a la ley no es, ha sido ni será problema suyo.
Artista: Pula durante muchos años su técnica, innove y siéntase en la libertad de desarrollar ideas sobre diversos temas de la cultura. Entonces, justo cuando vaya a salir por fin a dejar las aulas y se aventure por primera vez al mundo que no conoce nada de Liszt, amanecerá transformado en un insecto gigante. De esta forma comenzará a preguntarse: ¿De qué vamos a vivir mi familia y yo?
En ese momento se percatará de cómo la sociedad lo ve con asco, como si fuera un soñador incapaz de entrar en el engranaje social de los trajes y los horarios de oficina. Creerán que usted es un escarabajo, una cucaracha o simplemente un paria social de ésos que conviene ahogar en el río para que no se reproduzcan. Lo vilipendiarán y usted comenzará a perder la fe en sí mismo. Le darán ganas de recluirse en su habitación, donde alguien le pasará una charola con comida dos veces al día y lo dejarán solo hasta que muera.
Nota: Si no quiere ser artista, intente con cualquier carrera de humanidades. O con una revista digital.
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