Una de las varias razones por la que los artistas contemporáneos se han alejado de la pintura tradicional es su aburguesamiento. Ciertamente muchas veces esta disciplina artística ha servido para retratar los usos y costumbres de las familias acomodadas, ya que son estas las que tienen el dinero para pagar la creación de imágenes propias (generalmente a capricho) para la posteridad.
A pesar de que el valenciano Joaquín Sorolla (1863 – 1923) tuvo un humilde origen, el desarrollo de su plástica entra dentro de este grupo de creadores burgueses pero no se le puede reclamar nada. Inspirado por el realismo y el naturalismo, a inicios del siglo XX Sorolla estudió y trabajó principalmente el color, el movimiento y la anatomía humana con una maestría irrefutable. Dentro de su vasta obra los retratos y paisajes marinos ilustran su estilo de vida y los momentos de esparcimiento de la burguesía, tema que a pesar de no tener mayor relevancia en la actualidad, en su época no había sido retratado aún, por lo que representaba una novedad en un contexto donde pintar temas históricos y dolientes era lo común.
Considerado algunas veces, erróneamente, como impresionista, Sorolla pertenece a la corriente del luminismo. Corriente que se enfoca en captar los efectos de la luz en el momento en que es pintada la escena, incluso la luz misma se vuelve tema de las obras. Por otro lado se comprende la confusión, pues el color cobra demasiada importancia y sus pinceladas son gruesas, a pesar de lo cual logra representaciones altamente realistas: telas, reflejos del sol en el agua, movimientos impresos por el aire que conforme uno se acerca a sus cuadros se desvanecen en manchas.
El trabajo de Joaquín Sorolla se pudo ver en México en 1910 como parte de las celebraciones por el centenario de la Independencia, la exposición fue organizada durante el gobierno de Porfirio Díaz.
La obra de Sorolla se vuelve a exponer ahora en el Museo Nacional de San Carlos (Puente de Alvarado No. 50, Col. Tabacalera, Del. Cuauhtémoc) junto a la de algunos de sus contemporáneos de la pintura ibérica como Antonio Gomar, Ignacio Zuloaga, Ignacio Pinazo, Bartolomé Mongrell y Manuel Benedito, entre otros. La magnífica exposición se nombra “Prodigios de la Luz” y la pueden visitar hasta el 30 de junio. Así que dejemos de lado un rato la aversión a los museos, la burguesía y la pintura tradicional y vayamos a contemplar el grandioso trabajo de este pintor valenciano.
Mayor información sobre la exposición en la página del Museo Nacional de San Carlos.
Información del pintor y su obra, acá.
Mariana Ortiz
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