¿Se imaginan una carta firmada por la Fundación Rulfo a favor de la versión oficial en el caso Ayotzinapa? ¿Qué opinión les merecería la Fundación Rulfo apoyando al PRI en las elecciones de un estado o del país?
Con su presencia, su firma e incluso su silencio, un autor legitima una serie de acciones a lo largo de su vida: cuando Octavio Paz “renunció” a su cargo como miembro del gobierno de Díaz Ordaz en 1968, por ejemplo, o cuando se convirtió en una de las figuras cercanas de Salinas de Gortari y en un promotor de su gobierno. Cuando los autores alcanzan una gran notoriedad (Juan Rulfo, por ejemplo) esas acciones adquieren mayor relevancia.
La Fundación Juan Rulfo fue creada por los familiares, los herederos legítimos del autor. Ellos no solo heredaron los derechos sobre su obra, también la responsabilidad de legitimar acciones en nombre del escritor. Al permitir que un premio lleve su nombre, por ejemplo, estos herederos legitiman en memoria de Juan Rulfo los procesos en los que dicho premio se otorga. Cuando este proceso se altera y resulta en acciones que a los ojos de la Fundación (y de muchos otros) son éticamente inaceptables, la Fundación decide dejar de legitimar este proceso. Por cierto, el registro del nombre de Juan Rulfo como propiedad industrial fue la única alternativa que Padilla y compañía, los entonces organizadores de la FIL Guadalajara y del premio, les dejaron a los herederos de Rulfo para ser escuchados. Nunca, hasta donde yo he podido investigar, han demandado a nadie por el uso del nombre o la figura de Rulfo.
Si estos herederos deciden retirarse de un festival literario porque de última hora les avisaron que en dicho festival (cuyo eje es un homenaje a Rulfo, por cierto) se presentaría un libro con el que ellos no están de acuerdo porque a su parecer vulnera éticamente al autor, están en todo su derecho. Es igual que si a uno de ustedes les hicieran un homenaje y les pidieran compartir mesa con personas que ustedes consideran que los han dañado éticamente. Puede que estén equivocados, pero tienen todo el derecho de levantarse de la mesa y de pedir que se retire su nombre y sus fotos de dicho homenaje, pues no desean participar.
Esto no implica que los demás puedan leer, comentar, debatir, etc. la obra de Rulfo cuando así lo deseen. Simplemente significa que los herederos del autor no están de acuerdo en que se les considere como participantes.
Confundir esta posición con censura o prohibición de la lectura, diálogo o debate sobre la obra y vida de Rulfo es seguirle el juego a quienes sí están interesados en falsear la postura de Rulfo y varios autores que los apoyan. Estas personas son quienes están cerca del gobierno actual y quienes sí han insultado y censurado autores en procesos fraudulentos (Fernando García Ramírez, Ricardo Cayuela o Mauricio Montiel, por ejemplo, son responsables de antologías financiadas con el erario en procesos fraudulentos y de insultar sistemáticamente a autores que critican estas acciones).
Quizás si los herederos de Rulfo no fueran tan quisquillosos, hoy tendríamos al presidente de México otorgando el premio Juan Rulfo a C. Gómez Leyva, por ejemplo. Por suerte, si algo así ocurriera (i.e. que el presidente otorgará un premio nacional a alguien de mérito cuestionable) al menos durante varios años el nombre de Juan Rulfo no sería utilizado de esa manera. Gracias a sus herederos.
Gerardo Piña
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