La Prietty es una mujer trans veracruzana, aunque de vez en cuando le gusta decir que nació en Cuba. Le asignaron el género masculino al ver la luz pero tan pronto tuvo uso de razón ella reconoció que era mujer. Jamás se ha travestido, aclara; los que la travestían eran sus padres al querer que se comportara como un hombre. Prietty guoman, bajo el sol nací. Prietty guoman, y más me oscurecí: da inicio el soundtrack de su vida, uno que la llevará a experimentar las miserias de la discriminación y la precariedad del trabajo sexual, pero también los sabores de las canciones salvadoras y la libertad sexual.
La Prietty Guoman es el nuevo espectáculo de cabaret de César Enriquez. Como sus demás personajes (Petunia sola en Samborts o La Chingada), La Prietty existe para oponerse a un mundo en el que la pobreza es destino y la violencia ha sido asumida como causa de muerte natural. Se trata de una heroína cuyo viaje le llevará a encontrar el elixir que alumbrará en adelante los caminos de su comunidad. Todo está de la chingada, parece reconocer la Prietty Guoman, pero tenemos el arte y nos tenemos las unas a las otras.
En el contexto de la población LGBT del México actual, violentada por la intolerancia y el fanatismo, la Prietty es un personaje necesario y lo es por las siguientes razones:
Porque se opone a la idea de la belleza como un objeto de consumo cuya contemplación está reservada a los hombres blancos. La Prietty es una mujer segura de sí misma; poco le importa que puedan llamarla hombre sólo porque el sistema de género binario así lo dicta. Ella no necesita más que su secadora y sus chanclas aqualetas para sentirse guapa y lista para encontrar a Richard Gere (a veces lo pronuncia here, mientras se roza la entrepierna). Ni su condición económica ni sus antepasados indígenas la hacen sentirse menos. Claro que afuera hay un sistema que le pide lo contrario y que la intenta obligar a mirarse en el espejo con vergüenza. Ella igual se mantiene firme y encara todos los conflictos. Terminadas las batallas, a veces con un par de dientes menos, se arregla la cara mientras repite sin Yolanda, que aquí no pasó Nancy.
Porque propone la fiesta como un campo de batalla. El mundo de la Prietty es un mundo miserable. Los personajes de su historia parecen estar allí sólo para ningunearla o para recordarle que les temps sont durs pour les rêveurs. Igual la Prietty decide vivir cantando e imitando a sus divas musicales favoritas. Tu propia herida se cura con llanto / tu propia herida se cura con canto, dicta Neruda y ella enfrenta la desgracia bailando I will survive.
Porque se niega a creer que la penetración es un arma de guerra. El sistema de género binario sostiene que el mundo está dividido en dos: vencedores y vencidas. El pene, en este marco, es la herramienta que perpetúa esta división y que mantiene a tantas y tantos oprimidos. La Prietty entiende lo torcido de esa idea y reconoce que la penetración no es sino otro modo de ejercer la libertad, de experimentar el cuerpo, de amarse y de sentir placer. Levanta la cara, muyertz, dice con la frente bien en alto, ser pasiva no es motivo de vergüenza.
Porque defiende la diversidad de nuestros cuerpos. El mensaje es muy claro: no eres guapa si eres morena, tampoco si eres india o si no eres extranjera. La gente allá afuera quiere ver a la Prietty deprimida por no encarnar una perfección a todas luces inalcanzable. Ella acaba por entender que ninguna operación tiene que legitimarla: ella es quien es porque así lo quiere. Sus genitales son su asunto y no tiene por qué andárselos anunciando a nadie. A menos, claro, que ella desee hacerlo, en cuyo caso puede anunciarlo tan alto como se le pegue la gana.
Porque nos recuerda que el amor también es diverso y que pronto el sistema de tres orientaciones sexuales quedará también caduco. Aunque al inicio busca satisfacer la necesidad de hombre que le fue inculcada desde los primeros años, La Prietty termina descubriendo que el amor es algo más que lo que traes debajo de los calzones.
Porque nos recuerda la importancia de los espacios identitarios. Para la comunidad LGBT los antros y los bares tienen una importancia histórica. Durante muchos años fueron los únicos lugares en los cuales podíamos disfrutar la libertad. Hay incluso sitios en los que esto sigue siendo cierto. Estos espacios son refugios para nuestras identidades; en ellos lloramos, nos enamoramos y compartimos el legado cultural de quienes han reclamado nuestros derechos. La Prietty asume así el bar La Dorothy (en referencia al Mago de Oz), convirtiéndolo en un lugar donde todas las identidades deben ser respetadas y no por obligación, sino por empatía.
Porque nos recuerda que podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. La Prietty sabe que ni todos los fanáticos del mundo serán capaces de anular la diversidad de nuestros cuerpos y de nuestros amores. Somos tantas que su odio no va a alcanzar para matarnos a todas, dice retadora y segura de la solidaridad que vive en todas las personas.
Prietty Woman estrenó el día de ayer en el Teatro Bar El Vicio, en el marco del Festival Internacional de Cabaret. Esperamos que pronto tenga una temporada para ella solita.
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