En el mundo existen actos sencillos que contienen tal cantidad de emociones, historias y significados, que para lograr un mensaje contundente, basta con retratarlos y proyectarlos sobre una pantalla de cine. Uno de ellos es la escena inicial de Llévate mis amores (Gonzáles Villaseñor, 2016): una mujer de la comunidad de La Patrona, Veracruz cocina en un patio de tierra una gran cacerola de arroz. La cámara, paciente, registra el proceso y gradualmente comienza a intercalar las voces de las mujeres que participan en la elaboración de esta comida: arroz, frijoles, totopos, atún, botellas de plástico rellenadas con agua. Alimentos que, repartidos en bolsas de plástico, están destinados a los migrantes que viajan a bordo de La Bestia.
Las Patronas, como se conoce a este grupo de mujeres que desde 1995 preparan alimentos y los entregan en mano a los migrantes que cruzan el país a bordo de los trenes de carga que se dirigen hacia la frontera norte, son las protagonistas de este multipremiado documental. La cámara astuta de Juan Antonio Mecalco se limita a escuchar su historia y a, muchas veces desde tomas fijas, retratar su día a día. A través de monólogos (dirigidos por las pertinentes preguntas del director) conocemos a Norma, Bernarda, Rosa, Nila, Tere, Toña, Karina, Blanca, Doña Tere, Julia, Lupe y Mariela. No creo caer en la cursilería al afirmar que ante todo, Llévate mis amores es un esfuerzo por retratar la virtud humana de la bondad. Al conocer sus historias de vida, sus propias tragedias y carencias, sus actos toman una dimensión aún mayor. Pobres, como la mayoría de los habitantes de este país, Las Patronas han creado una práctica de caridad dirigida hacia los aún más pobres de nuestro continente. Las escenas en las que Las Patronas llegan a las vías del tren y entregan las bolsas con comida a los migrantes a bordo de La Bestia son sencillas y hasta monótonas, pero contienen tantas historias y subtextos, que le permiten al espectador ahondar en muchas preguntas: ¿qué debe estar ocurriendo en nuestros países para que todos los días cientos de hombres, mujeres y niños estén dispuestos a viajar miles de peligrosos kilómetros con tal de obtener, no riquezas, sino una simple fuente de trabajo malpagado lejos de sus familias? ¿Qué está pasando en nuestras sociedades para que estos mismos hombres, los miserables entre los miserables, sean atacados por sicarios o policías con tal de quitarles unos cuantos pesos?
También es digno de mencionarse la reivindicación de los valores cristianos a través de los actos de estas mujeres, sobre todo reflejados en la historia donde Norma cuenta el origen de la organización. Un punto muy destacable, sobretodo si se toma en cuenta que en un país mayoritariamente católico, los valores de la caridad, humildad y bondad son raramente puestos en práctica.
Llévate mis amores es un bello y merecido reconocimiento al trabajo de un puñado de mujeres, que sin esperar nada a cambio, tienden una mano con comida a aquellos que se alejan de sus familia paradójicamente motivados por el amor a ellas.
Fernando Galicia
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