Una persona cambia tanto, interiormente, que durante su vida llega a ser, en realidad, muchas personas distintas. Pero no sólo cambia la persona que vive la vida, también cambia radicalmente y más de una vez la vida en que se encuentra; de modo que un individuo no vive una sola vida, sino que vive muchas (cada uno con su propio inicio y su propio final, con transiciones muy variadas entre sí). Una sola vida, como la entendemos comúnmente, es en realidad una sucesión de vidas distintas que, en algunos casos, lo único que tienen en común es servir de atmósfera a un mismo cuerpo, que no a una misma persona; digamos que el cuerpo es siempre el mismo árbol, pero las personas que lo van habitando son las hojas que muda cíclicamente.
La duración de esas vidas es tan variable e impredecible como la “duración” de las distintas personas que irán habitando el mismo cuerpo. Una misma persona interior puede aún conocer el inicio o el final de más de una vida, y sucede muy comúnmente que distintas vidas coincidan durante algunos periodos de forma paralela, en el mismo individuo, aunque el mundo exterior no lo note, precisamente porque el mundo exterior está eternamente dividido en infinidad de fragmentos, y las vidas que transcurren paralelamente dentro de un mismo individuo son vistas, desde fuera, por fragmentos distintos del mundo, así que nadie, algunas veces ni siquiera la misma persona que carga esas vidas, se da cuenta.
La separación entre vidas es tan contundente que suele suceder (a cualquiera de nosotros) que al intentar recordar un suceso o una época entera sucedida, cronológicamente, hace poco tiempo, nos parece que de esos días (o años) nos separan ya décadas abismales; a veces incluso nos parece difícil concebir que determinados recuerdos nos sucedieron a nosotros, alguna vez. Es precisamente esta variedad y multitud de vidas amarradas lo que explica el misterio respecto a qué es lo que hace falta en la vida para hacerla atractiva, llevadera y con significado. La gente triste, opaca y aburrida no sospecha que la causa de ese estado es que llevan ya un tiempo incalculable estancados, literalmente, en la misma vida, aún cuando ya la han vaciado por completo; aún cuando, quizá, en algunos individuos incluso ya haya cambiado la persona que es, pero permaneciendo en la misma vida; con esto lógicamente les pasa lo mismo que a un trapo abandonado en el mismo sitio bajo el sol, que se va destiñendo y adelgazando hasta reducirse a poco más que una gasa polvosa y carcomida.
Es difícil decir cuál cambio es más común, si el de las vidas o el de las personas. Me parece que es variable según el sujeto de que se trate. Lo cierto es que el cambio en una cosa o en otra puede, en ocasiones, ayudar a impulsar un cambio en lo otro, o incluso que sea consecuencia del otro, pues si el cambio de vida es drástico entonces un cambio de persona es inevitable, como un animal que forzosamente debe cambiar, evolucionar o hasta involucionar para adaptarse al nuevo ambiente en el que está.
Ya teniendo claros todos estos puntos es momento de retroceder unos pasos, igual que se hace en una pintura de grandes dimensiones y repleta de detalles, donde uno se acerca a mirar cada diminuta figura y trazo para después retroceder y mirar la pintura en su conjunto, con una mejor y más completa perspectiva. Decía yo, entonces, que retrocedamos unos pasos para mirar: si bien todo esto de las múltiples vidas y múltiples personas es ya bastante intrincado, tomemos en cuenta que en el mundo existen millones de individuos, y en todos ellos se aplica el mismo principio de multitudes condensadas; tenemos así una inmensa red entrecruzada de hilos infinitos cubriendo el mundo y sus realidades. Desde luego lo siguiente a observar es la forma en que se conectan las múltiples vidas y personas de un individuo con las múltiples vidas y personas de otros individuos. Una de las personas albergadas dentro de un individuo, durante una de sus vidas, conocerá a una de las personas dentro de otro individuo en una de sus vidas; si dejan de verse por un tiempo y luego se reencuentran ya no serán las mismas personas quienes se reencuentran, serán dos personas totalmente distintas (o por lo menos una de ellas) que recién se encuentran por primera vez. El único modo de mantener un “vínculo” con distintas personas ajenas a uno es que se contemplen mutuamente los cambios de una persona a otra, las mudanzas de una vida a otra, para que de esta manera las personas nuevas que van naciendo de uno y de otro vayan conociendo también a las personas y vidas que van surgiendo en el otro y se pueda, así, hacer todo lo posible para que se sigan incluyendo mutuamente en sus nuevas vidas y personas.
Ésta es una de las maneras en que la vida nos deja espiar apenas lo inconmensurable que es, lo diminutos que somos y lo intrincado de sus interminables engranajes. La vida es una voluminosa novela construida de breves relatos.
Ilustración del autor
Diego Minero
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