¿Qué estaban haciendo el día del terremoto de 1985? Yo estudiaba la licenciatura y estaba haciéndome el desayuno antes de salir a la UNAM cuando empezó el sismo. Tardé solo unos instantes en percatarme de lo que ocurría e inmediatamente dejé el sándwich que estaba preparando sobre la mesa para ir con mis hermanos.
Todo mundo parece tener memorias vívidas sobre lo que pasó ese día. Así como de lo que estaba haciendo al momento en que cayeron las Torres Gemelas, cuando murió Juan Pablo II (ya puestos, hasta Pedro Infante) o el día del avionazo de Mouriño. ¿Por qué la memoria nos permite registrar esos eventos de forma tan nítida, mientras que otros se opacan con el tiempo e incluso se pierden para siempre?
Esta pregunta ha sido formulada por varios investigadores que la han abordado experimentalmente. Claro que como uno nunca sabe cuándo vendrá un evento que active el mecanismo de estos recuerdos, los laboratorios tienen sus formatos siempre listos. Por ejemplo, Ulric Neisser y Nicole Harsch aprovecharon el accidente de la nave Challenger el 28 de enero de 1986 para aplicar sus cuestionarios.
El incidente tuvo una cobertura nacional en vivo en los Estados Unidos y fue la noticia de la semana en otros países. Todo mundo se preguntaba “Y tú, ¿cómo te enteraste de la explosión del Challenger?”. El día siguiente al accidente, Neisser y Harsch aplicaron un cuestionario de siete preguntas a 106 estudiantes de primer año de psicología. Dos años y medio después, repitieron las preguntas a 44 alumnos—de los cuales sólo 11 recordaban haberlo hecho la primera vez.
Posteriormente, los investigadores realizaron una entrevista a los jóvenes sobre qué tanto recordaban del accidente del Challenger y encontraron discrepancias importantes con el primer cuestionario.
Por ejemplo, uno de los estudiantes anotó en el segundo cuestionario que “La primera vez que escuché sobre la explosión, estaba sentado en mi dormitorio de la universidad con mi compañero de cuarto; veíamos la televisión. Apareció en un corte informativo y los dos nos quedamos pasmados. Me alteré mucho, así que subí a otro piso para hablar con un amigo y luego llamé a mis padres”.
Dos años y medio antes, la mañana después del accidente, el mismo joven había escrito: “Estaba en mi clase de religión y entraron unas personas hablando del tema. No sabía ningún detalle, salvo que había explotado y unos niños habían visto todo, lo cual fue muy triste. Luego de la clase fui a mi cuarto y puse un programa de televisión donde me enteré de todos los detalles”.
Tras analizar todas las discrepancias en las 44 pruebas, Neisser y Harsch concluyeron que los recuerdos vívidos, también conocidos como ‘de bombilla’, pueden estar equivocados. Algunos sujetos incluso habían olvidado por completo su experiencia original, y a pesar de que los investigadores les daban claves de su escrito original, no fueron capaces de recordarlo. Sin embargo, seguían teniendo un recuerdo vívido que consideraban genuino. Los autores llamaron a este fenómeno phantom flashbulbs (bombillas fantasma, en inglés).
Los psicólogos Jennifer Talarico y David Rubin de la Universidad de Duke, corroboraron los hallazgos de Neisser y Harsch mediante una prueba realizada después de los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de Septiembre del 2001.
En el estudio publicado en la revista especializada Psychological Science en el 2003, Talarico y Rubin encontraron algo sorprendente: Había una correlación entre lo visceral de la emoción y la precisión en los recuerdos meses después, aunque no tuviera que ver con lo que realmente ocurrió.
¿Qué significa eso? Que la forma en que recuerdes tus quince años, tu primera declaración o tu primer choque no necesariamente tiene relación con la realidad. No importa lo vívido que sea tu recuerdo, es mejor tener una foto o un video a la mano para cerciorarte de lo que viviste, porque seguramente tus recuerdos van a traicionarte tarde o temprano, aunque tú no lo sepas. Como decía Hacienda hace algunos años… ¡papelito habla!
Deja un comentario