Las relaciones entre la poesía y la filosofía tradicionalmente han sido difíciles. No sólo por el hecho obvio e inmediato de la diferencia estilística que suele haber entre la prosa abstracta, oscura y áspera del filósofo y los versos musicales y llenos de imágenes más bien sensibles del poeta. Es bien sabido que Platón expulsó a los poetas imitativos en su República, pues al ser fabricadores de ficciones, mueven las pasiones humanas y hacen que en el Estado reinen el dolor y el placer como principios en lugar de la ley. Una postura bien distinta fue la que tomó en el diálogo Ión, en el que habla de los poetas más bien como inspirados. Esta inspiración, en tanto divina, no está peleada con lo verdadero; a diferencia del poeta imitativo, el poeta inspirado no degrada la realidad en su obra al verter simples apariencias.
No es mi intención hacer un recuento de las posturas que la filosofía y los filósofos han tenido ante la poesía, trabajo desproporcionado y enciclopédico, sino mostrar un par de incursiones en la poesía de dos filósofos bien conocidos entre otras cosas por su prosa particularmente difícil. Lo que en una primera y descuidada lectura podría inducir a pensarlos muy lejanos de toda intención o búsqueda poética.
Los filósofos (poetas) cuyo trabajo les compartiré en esta ocasión, como el título ya señala, son Friedrich Hegel y Martin Heidegger. Del primero, el poema Eleusis, escrito en 1796 y dedicado a su amigo el poeta (aunque también filósofo) Friedrich Hölderlin, a quien conoció en el Tübinger Stift junto a otro conocido filósofo, Schelling. La versión que presentamos es la de José María Ripalda. Del segundo, el poema De la experiencia del pensar, poema filosófico que revienta la escisión supuesta entre poesía y verdad. En la traducción de José María Malverde.
José Luis Álvarez Vergara
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