“La farsa es el género dramático más fácil de escenificar”: mito que desde hace décadas es aderezado con afirmaciones como “el exagerar una emoción es lo más sencillo”, “el elemento físico está sobrevalorado”, “no hay psicología de personaje” o “es pura forma y nada de fondo”. Nada más absurdo que medir la farsa con la vara correspondiente a los géneros que a lo menso hemos adjetivado como serios. El grotesco tiene su propio sistema de evaluación, y si de varas se trata, la suya es más bien un garrote. En la farsa la anécdota es el esqueleto, pero el gag es la carne: los juegos de palabras, el slapstick, la música y el baile, son las herramientas que acercan a la audiencia a la verdad.
La obra de Bottom es una suerte de leontina atada a un reloj que corre más rápido de lo normal. El trabajo clown de Artús Chávez, Fernando Córdova, Rodrigo Murray y Jerónimo Best no permite que el espectador pierda el hilo ni por un momento. Chiste, tras chiste, tras chiste: lo hacen parecer fácil. Esto me lleva a resaltar un gran acierto: la dirección escénica de Iona Weissberg y Aline de la Cruz no se nota. La puesta nos instala en su presente y nos permite mirar la hora una vez que terminamos de aplaudir.
Ahora lo feo: la obra juega situando referencias actuales en los tiempos isabelinos, lo cual resulta divertido, los chistes son eficaces. Sin embargo hubo dos momentos en los que experimenté la atroz sensación de la pena ajena; ambos tienen que ver con la musicalización. ¿Por qué, a estas alturas del siglo, seguir usando éxitos de Michael Jackson y de Pink Floyd para dibujar ambientes? La aparición de ambas canciones hace que la obra se venga abajo. La elección de la música muchas veces determina el tono, y la presencia de dulces voces barítonas o de tecladitos psicodélicos no puntualiza, distrae. Bueno, algo malo tenía que tener.
Pero continuemos con los aciertos. El mayor de estos es la traducción de la parte meta-teatral de Sueño de una noche de verano de William Shakespeare. En la comedia, hay una parte en la que para representar al muro que separa a dos amantes, los cómicos deciden poner a un hombre que haga de muro y sanseacabó. Al presenciar este vergonzoso trabajo, el rey Teseo, justificando a los implicados, le comenta a Hipólita: «Lo mejor en estos casos está en la fantasía, y lo peor no es lo peor si la imaginación lo enmienda», a lo que Hipólita responde «Será entonces, el mérito de tu imaginación, no de la suya».
Weissberg, De la Cruz, Chávez, Córdova y Best, en dramaturgia colectiva, retoman la idea del hombre-muro, juegan con ella sólo un poco y luego la descartan. Para ello traducen las ideas de Teseo y de Hipólita en un muro invisible que se alza en medio del escenario, dando lugar al recurso más efectivo de La obra de Bottom. La ingenuidad de los personajes shakespearianos permanece pero uno no pone los ojos blanco como la reina Hipólita, todo lo contrario: el garrote medidor golpea con brío la duela del foro. Una pared que no existe pero que todos vemos resume la esencia de la farsa. Me refiero a la convención.
Siguiendo con la metáfora del primer párrafo de modo un tanto escatológico, diría que en el cuerpo de la farsa, la convención juega el papel de las vísceras, organismo que firma el pacto entre personajes y audiencia. Así, Bottom y sus compinches extienden sus palmas paralelas hacia enfrente y empujan una rectángulo de aire, otorgándole así tres dimensiones. Acomodan el muro en medio del escenario y lo tocan comprobando su estabilidad. Visualizamos su contorno: tenemos clara su altura, su densidad y su peso, advertimos el relieve de cada ladrillo, la función aislante para con el sonido. Bottom, Quince y Flute lo rodean, perdiéndose y buscándose de un lado y del otro. Justo cuando el acuerdo se concreta, Bottom atraviesa la fortaleza con descaro. Desde la butaca se advierte el desconcierto del resto de la audiencia. Fuimos engañados, pero con toda belleza, porque la farsa es una vara que pega sin lastimar.
El espectáculo, fruto de la coproducción de La Piara y Brujas Producciones, estará en cartelera todos los domingos de febrero a mayo, a las 13:00 hrs en el Foro Shakespeare, en Zamora #7, Col. Condesa, Delegación Cuauhtémoc.
Viera Khovliáguina
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