Un velo opaco circunda el escenario. La gran mentira se erige ante nosotros. El aire difuso deja patente el camino hacia una casa perdida entre la angustia y una niebla cada vez más densa. Esta obra cuenta la historia de una familia que pierde un hijo. También es sobre una hija y su madre y un árbol. También habla de la pasividad del padre y de la carpintería de Beny. Es una obra que cuenta una historia que podría ser la historia de cualquiera de nosotros. De nosotros. Habla sobre la falta y de la imposibilidad de rellenar un vacío. Es una obra que habla sobre el teniente Mondragón que no es el teniente Mondragón y luego sí es el jodido teniente Mondragón. Es una obra que reflexiona sobre las estrategias que seguimos para sobrevivir; rastreras, viles, malditas. Todo por un soplo de esperanza o de vida. Quién sabe.
Qué es entonces la supervivencia[1], de qué se compone este sobrevivir dentado a una situación de mierda. Yo creo que se entiende como re-construcción. Uno es tragado, masticado y escupido al mundo hecho un rompecabezas sin coincidencias. No sé, tengo muchas preguntas. Por ejemplo, qué es la perdida. Hace unos meses cuando murió mi abuela pensé en cómo se siente perder a alguien para siempre. O sea, para siempre. Ya no voy a ver a mi abuela otra vez porque está muerta. Verga.
La guerra en la niebla es una obra escrita y dirigida por Alejandro Ricaño. La puesta en escena cuenta con las actuaciones de Sara Pinet, Alberto Guerrero, Arturo Ríos, Lisa Owen y Adrián Vázquez. Se presenta en el Foro Lucerna los viernes a las 8:30 pm; los sábados hay doble función a las 6:30 y a las 8:30 pm y los domingos la función comienza a las 6:00 pm.
La niebla propone escénicamente y, en cuanto a texto opacar las intenciones de los personajes. Entabla diálogo entrecortado entre los espectadores y la acción partiendo de un velo textual y escénico. Se siente como si caminaras con los ojos cerrados hasta que una suerte de verdad te topa de frente. Digo una suerte de verdad porque en realidad nunca se dice la verdad. Nadie sabe lo que pasa la noche en que tu hijo desaparece. Pero volverán de la noche los malditos a sembrarte una esperanza[2] que seguirás hasta el final, no importa si en el camino pierdas la cordura.
[1] Sobrevivencia o supervivencia. Esa es una pregunta curiosa; pues la segunda es un efecto o consecuencia de la primera.
[2] Válida o no.
Emilio Hernández
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