Formar parte de la escena musical independiente no es fácil. Y si no, que se lo digan a La Femme. Cuando la banda consiguió publicar su primer álbum Psycho Tropical Berlin, después de 4 años en el mundo del EP, no se imaginó llegar lejos. Pero hoy su sueño tiene nombre: América Tour.
La Femme se presentó por primera vez ante sus fans el 7 de mayo en El Imperial, en la Ciudad de México. Nadie esperaba que se publicitara como a un gran grupo ni tampoco una afluencia similar, pero la banda llenó y demostró ser uno de los mejores grupos franceses actuales.
¿Pshyco punk, surf, yeyé? Su sonido resulta difícil de definir, pero en cuanto se escucha, es como oír a un viejo amigo. Dicen estar influenciados por The Velvet Underground o Kraftwerk, aunque no faltan las pinceladas novedosas, como un sonido eléctrico y melódico, o sus letras en francés. Porque, aunque nos cueste admitirlo, romper con la hegemonía gringa es un gran reto para nuestros oídos.
Formada y nombrada como tal en el año 2010 en París, la banda adquirió fama a través de Internet y múltiples conciertos pequeños en su país de origen. Varios miembros han entrado y abandonado el grupo hasta llegar a cómo lo conocemos hoy en día. Aun así su meta se ha mantenido firme: hacer mover el esqueleto hasta a quienes no lo quieran. Eso, fue lo que ocurrió en la conocida sala de conciertos.
Desde una hora antes del evento, la gente se agolpaba en la puerta y la fila daba la vuelta a la manzana. Al parecer, La Femme tenía más fans de los imaginados: más de uno quedó fuera y la sala se llenó pronto. No hubo ni rastro de la agrupación hasta pasada la media noche, pero los fans de bandas como ellos no se desaniman fácilmente.
Salieron al escenario con unos atuendos dispares y extravagantes, acordes a su música. Lo mismo aparecían con camisetas hawaianas que sin ellas, con gorros árabes o con pasamontañas. Marlon Magnée y Clémence Quélennec, líderes de la banda, jugaban entre ellos y con el público. Él saludaba, tocaba y permanecía cercano a la gente que bailaba entre empujones en la primer fila; ella, sin embargo, se mostró distante con quienes la esperaba.
El sonido no defraudó a nadie. La voz de Quélennec destacó entre los instrumentos de los seis componentes, que cambiaban constantemente de lugar, y dispositivos musicales. Nada sonaba diferente del CD, lo que para muchos es una virtud, pero tenía la potencia y garra que confiere un directo.
Una hora de melodías surferas y bailes estrepitosos (los mismos integrantes no dudaban en empujarse y agarrarse para bailar tipo vals), provocaron espectadores enloquecidos que coreaban las canciones y gritaban al micrófono partes de su himno subversivo “Anti-taxi”. La Femme dejó al público exhausto y pidiendo más, mucho más.
Aun teniendo fans con los que probablemente en un principio no contaban, La Femme no se sorprendió y dejó claro qué es lo bueno de ver y oír a un grupo no comercializado por los medios y con un sonido alternativo, fresco y joven. La banda parisina dio un concierto digno de una gran sala y tuvo un trato que solo se ve en salas pequeñas. La frase “no hay que ser fan de las personas sino de lo que hacen” se queda a medias para ellos porque La Femme, lo hace todo muy bien.
Sandra Ortega Garcia
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