Jurassic Park, una película que vino a cambiar todo.
En el verano de 1993, Universal Pictures y Steven Spielberg estrenaron en el Museo Nacional de la Construcción en Washington D.C. una de las películas que cambiarían el rumbo de la Historia. Hay muchos “antes” de Jurassic Park, es verdad, pero bajo un halo profético, la novela de Michael Crichton y posteriormente la obra cinematográfica de Spielberg vinieron a mostrar, a manera de ficción, lo que estaba por ocurrir años después en materia de genética y tecnología.
La atmósfera que Michael Crichton propone en Jurassic Park va más allá de lo espectacular y sorprendente. Esta visionaria historia pertenece al género del tecno-thriller, del cual Crichton es considerado el padre y mayor exponente; mezcla aventuras con explicaciones científicas, cuidadas y fundamentadas, lo cual no quiere decir que tengan una veracidad total, aunque sí existe una profunda investigación que acredita la temática. Con Jurassic Park, el autor norteamericano tuvo grandes ventas, a pesar de que no fue su primera novela en la pantalla grande (también encontramos: The Andromedan Strain, The Great Train Robbery, Sphere, Rising Sun, Disclosure, entre otras).
El argumento nos presenta a un multimillonario que ha logrado construir una reserva biológica con un parque temático donde existen dinosaurios reales, creados a través de la ingeniería genética, en una isla cerca de Costa Rica. Este relato no pasó para nada inadvertido por los despachos de Hollywood y gigantes como Warner Bros., 20th Century Fox y Columbia Pictures, que pusieron manos a la obra para adquirir los derechos. La pugna la ganó Universal Pictures, de la mano de Steven Spielberg, quien ya contaba con una carrera exitosa y más que respetable. Si alguien podía llevar el proyecto cinematográfico de Jurassic Park a grados superlativos, sin duda, era el responsable de Jaws, The Color Purple e E.T.
Además de lo grandioso que resulta viajar a una isla del Pacífico y conocer verdaderos dinosaurios tras casi 65 millones de años de su extinción, Jurassic Park permitió hablar por primera vez de ingeniería genética. Su argumento sostiene que el ADN del dinosaurio se extrajo de mosquitos fosilizados. Esta práctica sería, en la vida real, inverosímil, pero la idea no, si recordamos que tres años después apareció la oveja Dolly, el primer animal clonado. Lo valioso no fue sólo la ficción, sino la visión de que en algún futuro esto podría realizarse. Es tanto el impacto de la clonación que el miedo al descontrol absoluto, como también pasa en la película, reorientó el impulso de seguir experimentando en la materia, aunque la ciencia nunca se detuvo.
Ahora bien, la historia es una lucha constante entre el ser humano y lo que puede controlar y modificar; es importante recordar que el personaje de John Hammond, interpretado por Richard Attenborough, es ese necio que todos traemos dentro. Su necedad lo lleva a buscar la manera de que coexistan los humanos con los dinosaurios y al conseguirlo, algo sale mal. La teoría del caos juega un papel fundamental a la hora de confrontar la disparatada idea de Hammond y sus genetistas pretenciosos.
La física tiene éxito a la hora de explicar los movimientos regulares que tienen los objetos; estos se resuelven con cierta facilidad mediante ecuaciones lineales: llevamos centenares de años resolviendo este tipo de problemas. Pero hay otro tipo de comportamientos que la física no ha podido manejar de la misma manera, los cuales tienen que ver con la turbulencia, y se describen con ecuaciones no lineales. La ciencia no ha logrado entender del todo estos sucesos y quien se encarga de estudiarlos es la denominada Teoría del caos que, en términos prácticos, “explica” fenómenos inexplicables en los sistemas dinámicos; se mueve por cualquier sistema complejo en el que haya confusión y sea imposible predecir.
En la película el Dr. Ian Malcolm, un matemático interpretado por Jeff Goldblum, le explica a la paleobotánica Ellie Sattler, interpretada por Laura Dern, que es imposible predecir el recorrido de una gota de agua que baja por el torso de su mano, porque las imperfecciones que tiene la piel hacen que la gota vaya hacia un lado o hacia otro. El Dr. Malcolm considera irracional la posibilidad de traer de vuelta un ecosistema que la misma naturaleza se encargó de desaparecer hace millones de años. En principio no deja de ser una idea impresionante, como nos lo muestra el personaje del palentólogo Alan Grant (Sam Neil) y la ya mencionada, Ellie Sattler, quienes llevaban muchos años inmersos en investigaciones paleontológicas de todo tipo, razón por la que el multimillonario Hammond recurrió a ellos, los más reconocidos especialistas quienes, junto con un abogado que representa los intereses de los otros socios del parque y un matemático experto, debían darle el visto bueno a algo tan extraordinario como Jurassic Park.
La sabiduría de la naturaleza está por encima de cualquier intento por deformarla, es la opinión personal del Dr. Malcolm, quien ve con sus propios ojos cómo la teoría, del cual es experto, está plasmada en todo lo que representa la isla y el parque. El control absoluto al que pretenden llegar simplemente no existe por que desafían algo ínfimamente superior. Un claro ejemplo de esto es la incubadora del parque. La población de dinosaurios está controlada con el desarrollo de puras hembras, pero la naturaleza consigue abrirse paso cuando el ser humano comete un pequeño error al momento de entrelazar genomas y, por alguna razón desconocida, las moléculas de unas ranas capaces de reproducirse a sí mismas se cuelan en la estructura vital. Dentro de un aparente orden, inesperadamente brota como virus ese algo que causa un total descontrol, el caos.
En la secuencia donde los visitantes están conociendo las entrañas del parque, hay un momento en que la sorpresa y la fascinación que exterioriza el Dr. Grant cambia al reconocer en la atmósfera un peligro latente. Llegan justo a tiempo para presenciar el nacimiento de un nuevo habitante de la isla.
El velocirraptor es esa especie de dinosauro que admirarás por siempre pero que nunca quisieras tener en frente sin nada de por medio (valga la ficción a la que nos referimos). Antes de su descubrimiento en Mongolia (1924) se creía que los dinosaurios eran animales estúpidos y lentos. Este “ladrón veloz” (su traducción del latín) se apegaba a la astucia y a una inusual inteligencia, dentro de su especie, para explotar sus máximos atributos; su complexión baja y aerodinámica, al igual que sus largas patas, lo volvían rápido y escurridizo; poseía tres garras: la de en medio en forma de curva lo hacía letal. A diferencia del T-Rex, que aunque en la película es la bestia más feroz no deja de ser torpe y lento, el velociraptor, por el contriario, es quien juega el papel de sutil asesino. Para el Dr. Grant, quien lleva consigo una garra de velociraptor como amuleto, la idea de que tengan esa especie en la isla, le hace sentir el verdadero miedo de estar en una isla lejana llena de animales prehistóricos.
La película también muestra otro claro avance tecnológico, pero no fantasioso como en otras películas futuristas; aquí la tecnología es totalmente palpable como se ve en el pequeño cortometraje que sirve de explicación a los visitantes de cómo han logrado extraer el ADN de los mosquitos, o la habilidad que muestra con las computadoras la niña Lex Murphy, nieta del magante Hammond, interpretada por Ariana Richards. Para principios de los noventa, las computadoras personales ganaban terreno pero no estaban a la mano de todos, como ahora.
Jurassic Park, lejos de ser una fantástica aventura marca Hollywood, es una profunda reflexión hacia la ciencia y nuestra previsible dependencia de la tecnología, en particular de las computadoras. Resultó ser un parte aguas en cuestión de efectos especiales y sobre todo nos mostró una tragedia donde el hombre juega a ser Dios, tratando de marcar sus propias reglas, y teniendo a veces que huir del monstruo creado. Si nos detenemos en este punto, clonar animales que existieron hace millones de años y que provocan caos y destrucción no es tan lejano a muchas situaciones que vivimos hoy en día, en nuestro contexto ecológico, social, científico y político.
Fabián Solano
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