Una crónica sobre prostitución y arte en la Ciudad de México.
Tener sexo con Gloria cuesta diez veces más que la entrada al Museo Universitario del Chopo. Puede recomendar, sin titubeos, los mejores hoteles de la zona; conoce las ubicaciones y tarifas de memoria. A ella, que se gana la vida cazando clientes con un vestido entallado y tacones imposibles, poco le diría una exposición en el Museo sobre los hoteles de Santa María la Ribera, pues llega a pasar hasta seis horas diarias dentro de sus cuartos.
A principios del siglo XX, la prostitución en la colonia Santa María la Ribera proliferó por tratar de satisfacer la demanda de los viajeros que usaban la antigua estación de trenes de Buenavista. Actualmente sigue siendo un punto emblemático para los pasajeros urbanos, pues en el mismo sitio confluyen los principales tipos de transporte urbano: microbuses, taxis, la línea B del Metro, la 1 y 4 del Metrobus, el Tren Suburbano y algunas estaciones de Ecobici. Para detener el camino de los viajeros, las prostitutas utilizan desde los recursos más directos, como susurrar “Oye, vámonos al hotel”, hasta los más discretos, como lanzar una sonrisa y un “¿qué andas haciendo?” a los peatones solitarios.
Con la intención de aproximarse a una de las zonas más famosas de prostitución en la ciudad, el mexicano Daniel Alcalá replica los letreros luminosos que adornan los hoteles de la colonia en la exposición Hotel Garage. Obsesionado con el entramado urbano, sus obras de arte reproducen las intrincadas estructuras de metal con recortes de papel y tela pintada de negro.
El núcleo de la exposición, que se exhibe en la sala central del Museo Universitario del Chopo, es una escultura de tamaño natural que anuncia “Hotel Garage Museo”, una reproducción del letrero que se puede encontrar cruzando la calle.
A pesar del enorme letrero en el techo del edificio, si se camina junto al hotel se podría obviar la entrada de vidrio polarizado y aluminio negro. En el Hotel Museo las habitaciones más solicitadas son las de una cama individual, para dos personas, por doscientos pesos.
“El más barato es el que está frente a la Delegación”, advierte una prostituta que no está dispuesta a dar su nombre, aunque ofrece “apapacho, penetración, cachondeo y todo, hasta que te vengas” por doscientos pesos, más los noventa que cuesta rentar una habitación en el edificio que señala.
La veintena de hoteles que se encuentran de Mosqueta a Puente de Alvarado oscilan sus precios entre ciento ochenta y doscientos cincuenta pesos, aunque, según Gloria, el Mina y el Detroit son los más cuidados.
En la exposición de Alcalá, que termina el 29 de octubre, estos hoteles están representados por un puñado de alfileres sobre un mapa de la zona norte de la Ciudad de México.
“Como siempre, mi trabajo ha partido mucho acerca del paisaje, y sobre todo del paisaje construido, el paisaje artificial”, comentó Alcalá en entrevista con Código DF sobre la exposición. “Hablo de las cosas que el hombre construye y transforma de nuestro entorno”.
En esta zona, la búsqueda de “construcción del entorno” es todavía más profunda. En abril de 2010, el entonces jefe delegacional de Cuauhtémoc, Agustín Torres Díaz, anunciaba su intención de un corredor para reubicar 150 sexoservidoras en la calle Luis Donaldo Colosio, justo frente al edificio de la Delegación y sobre la calle donde se ubica la sede del PRI.
El plan, impulsado pero nunca concluido totalmente, resultaría insuficiente. En un trayecto de la estación Buenavista a Metro Revolución, ubicado a cuatro cuadras, se puede contar hasta una docena de prostitutas, incluso en un domingo por la mañana. Cuando anochece, las esquinas se abarrotan, los atuendos se vuelves más atrevidos y las aproximaciones menos discretas.
“La naturalización de espacios en los que se ejerce la prostitución con presencia de vigilantes, como facilitadores de contextos de trata y otras formas de explotación” son consecuencias que podría tener la poca planeación con la que se hizo la propuesta, de acuerdo con la recomendación 9/2012 hecha por la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal.
Actualmente, el delegado Alejandro Fernández Ramírez y el ombudsman de la CDHDF buscan implementar un plan en contra de la trata de personas. Algunos hoteles, como el Museo, se blindan con letreros de condena a la trata y a la prostitución infantil, pegados junto a la tablas de tarifas.
Cruzando la calle Orozco y Berra, una prostituta camina con dificultad por la terrible combinación de tacones y pavimento gastado. El hombre que la lleva del brazo le comenta que a unas cuadras abrirán una ciclopista, según escuchó. “¿Ah sí?”, comenta ella, con poco interés, y los ojos fijos en la entrada del hotel. No voltea para ver el imponente letrero en el techo.
Gael Montiel
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