No existe un solo tipo de amor
Ya se sabe, el amor es sólo una trampa de la evolución para preservar la especie. Y aunque en los años 60’s el movimiento hippie intentó cambiar las reglas del juego, en la mayor parte del mundo occidental el matrimonio y la monogamia son la forma más popular de relación amorosa entre los humanos.
Esto no es así para todos los animales. Las relaciones entre los machos y hembras de diversas especies son tan variadas como las formas, colores y tamaños del reino animal. Casos extremos los encontramos en los hipocampos (caballos de mar) donde son los machos los que se embarazan o en la mantis religiosa, donde la hembra muchas veces decapita al macho al momento del apareamiento. Como pueden darse cuenta, en comparación con nuestros primos de otras ramas del árbol de la vida, las relaciones de apareamiento entre humanos son bastante aburridas.
Sin embargo, la monogamia y el apareamiento humano también es objeto de interés, ya que existe un viejo debate sobre el origen de esta costumbre. ¿Es la monogamia algo aprendido con orígenes culturales o tiene una base biológica? Recientemente un estudio que recolectó datos de 230 especies de primates se dio a la tarea de comparar la correspondencia entre la monogamia y un rango de diversas características para evaluar su posible relación.
Los primates también tienen su corazoncito
Aunque también es muy común entre las aves, la monogamia es rara entre los mamíferos debido a que la gestación interna y la lactancia materna, les permite a los machos buscar otra pareja de apareamiento mientras la madre se encarga de las crías. En este contexto, los primates son raros entre los mamíferos porque la monogamia ha evolucionado independientemente en todos los grandes grupos de esta familia. Esto quiere decir que aunque los machos de diversas especies de primates tienen la oportunidad de buscar una nueva pareja con la cual aparearse, por alguna razón permanecen por un tiempo largo con una sola hembra. Y esto ocurre en diversas especies de primates que no necesariamente están relacionadas evolutivamente. Tal parece que la naturaleza ha beneficiado este comportamiento, pero ¿por qué?
La sangre llama
Los resultados del estudio publicado este mes en la revista PNAS arrojaron una relación positiva entre el infanticidio por parte de los machos y la aparición de la monogamia en esa especie de primates. Los largos periodos de lactancia y cuidados que un primate recién nacido requiere por parte de la madre (a diferencia de otras especies) aumentan los riesgos de un ataque por parte de un macho. Esto puede tener diferentes causas, desde la escasez de alimento hasta el deseo de apareamiento con la hembra madre.
El estudio encontró que esta presión de selección ha empujado hacia el establecimiento de una relación de pareja para proveer protección a las crías. Cabe aclarar que este comportamiento no se ha establecido en los primates de forma consciente: simplemente aquellos machos que presentaron una tendencia a permanecer más tiempo con su pareja lograron una mayor probabilidad de sobrevivencia para sus crías, y con ello transmitieron este comportamiento, a través de sus genes, a la siguiente generación.
¿Y la cultura?
La reproducción es la actividad más importante de un ser biológico, su fin último. Por lo mismo sería muy obtuso pensar que la monogamia y el matrimonio (que tanto tienen que ver con nuestra reproducción) no se ven afectadas también por causas biológicas. Sin embargo también deben considerarse los ámbitos sociales y culturales de la especie humana, ya que si bien la monogamia es muy común, también existen otras formas de relaciones de apareamiento a lo ancho del mundo. Aún así, sorprende el descubrir todo lo que la evolución ha forjado para asegurarse de que nosotros, como el eslabón más reciente en el crecimiento de nuestra rama evolutiva, pudiéramos llegar existir, desde dotarnos de un cerebro inteligente hasta favorecer la monogamia para ofrecer protección a las crías humanas.
Fernando Galicia
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