“Tengo una amiga, Deborah, que es psicóloga. Le pidieron, en la ciudad de Philadelphia, que facilitara apoyo psicológico a unos refugiados camboyanos, balseros, que recién habían llegado al país. Deborah se sentía intimidada de tener que realizar esta tarea. Los camboyanos habían sufrido genocidio, hambre, sus familiares habían sido asesinados frente a sus ojos. Años en campos de concentración, viajes desgarradores en barco hacia el oeste. ¿Cómo podría ella entender su sufrimiento? ¿Cómo podría ayudarles? Pero adivinen de qué quería hablar esta gente con mi amiga Deborah, la psicóloga. Todo era: ‘conocí a este tipo en el campo de refugiados, pensé que de verdad me amaba, pero luego nos separamos y él empezó a salir con mi prima. Ahora él dice que me ama, me sigue llamando, pero están casados. ¿Qué hago?’.
Esto es lo que somos”.
Eat Pray Love (Ryan Murphy, 2010).
La presente es una recopilación de testimonios recabados días después del terremoto que puso a la Ciudad de México en estado de emergencia, sucedido el 19 de septiembre de 2017. A cada una de las personas entrevistadas se le pidió indagar en sus propios sentimientos de culpa y egoísmo, así como en los actos que a su alrededor percibieron egoístas. Se incluyen también publicaciones realizadas en redes sociales que, a juicio del autor, van a tono con estas pasiones. Los nombres de las personas entrevistadas han sido, en su mayoría, modificados.
Ego
Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo.
Camilo José Cela, La familia de Pascual Duarte.
Me acordé de mi abuela hasta el tercer o cuarto día después del temblor. Quise llamarle entonces, pero pensé que a esas alturas ya no tendría caso.
Diego, 28 años.
Todavía nadie medía la magnitud de lo que estaba pasando. Había pasado ya todo el temblor, todos estábamos afuera y la gente corriendo, todo el caos del momento y una chica le gritaba a otra: ¡tú me cambiaste! ¡Por una niña! ¡Una niña en tutú! ¡En tutú!
Samantha, estudiante universitaria.
Trabajo en una institución de gobierno, esto es una lucha constante de egos y de protagonismos. Hay mucha necesidad de ser el importante, de ser el que está en la foto. Creo que esto viene de una enorme inseguridad. Yo no me he sentido en esa necesidad, pero estoy en una inercia que fácilmente te lleva hacia allá. Estoy en varios grupos de WhatsApp y todo el tiempo era mandar información sobre el tema, reportar, mandar fotos. Ve a este punto, ve a este otro, ahora se cayó esto, hay que ir para allá, el albergue, el centro de acopio. Estamos en tantas cosas, hay tanta gente involucrada, que de pronto todo mundo quiere estar primero. Todo el mundo quiere ser el que reporte. Todo el mundo quiere ser el que esté ahí. Se vuelve tan cansado. Independientemente de que la situación es triste, te surge esta sensación de enojo. Me ha impresionado mucho que en situaciones como éstas la solidaridad de tanta gente salga a relucir. Las personas de corazón real ayudan y se solidarizan. Pero a la gente mala, a la gente culera, no la cambian estas cosas. Estas situaciones solamente acentúan quien es cada quien.
Marcia, funcionaria pública.
Yo veía a mi roomie tan tranquilo en la sala. El poco tiempo que yo pasaba en el departamento era realmente para ir al baño o por si en otro lado se necesitaba algo que yo tenía en el depa. Subía en chinga y bajaba. Y mi roomie estaba nada más acostado en el sofá. Digo, no me consta que él no haya hecho nada, pero en ese momento quería gritar ¡Wey, necesitamos todo mundo echar manos! Necesitamos estar movidísimos y estar haciendo algo. El país se está cayendo a pedazos y tú no eres capaz de mover las nalgas del sofá.
Pavel, DJ y escritor.
Me llegó este sentimiento de no tengo con quién compartir. Pensé que no debería sentirme mal por eso y cuando menos cuenta me di ya estaba llorando.
Samantha, estudiante universitaria.
Me parece que los límites del egoísmo nunca son claros cuando se trata del bienestar propio. Como muchas veces se dice: mucho ayuda el que poco estorba. Valorar, difundir, sumarme a los esfuerzos, aunque sea a distancia, también es una forma de descubrirme consciente, aunque pueda descubrirme egoísta salvando mi propia vida. Más que egoísmo, apuesto por el tema del autocuidado. También tendríamos que pensar egoísta según quién. Más egoísta que este sistema, más egoísta que los gobernantes, nadie puede ser, menos una persona que simplemente trata de sobrevivir día a día con todas las características que pueda encarnar. Cuando volteemos a ver el egoísmo, volteemos a ver a los responsables que administran vidas y que ahora se han encargado de administrar muertes.
Jessica, 25 años, defensora de derechos humanos.
En una de las callecitas vimos una peregrinación. La gente arreglada, la gente con sus flores, la gente cantando con alabanzas. Por supuesto, las figuras religiosas. Por supuesto, la cruz. Dijimos: wey, esto de qué sirve, no mamen que esto es lo que están pensando o esta es la actividad que están generando cuando se necesita construcción, organización. Y nos encontramos pensando bajo una lógica de lo que nosotros quisiéramos, de lo que tendría, lo que debería de ser. Nos encontramos pensando en una experiencia ajena, en algo que no estamos viviendo. Sí nos pasó, pero las pérdidas, el sentimiento, la experiencia de decir esto ya no lo tengo, eso no fue nuestro.
Uriel, voluntario.
Llevaba varios días sin estar con nadie, desde antes del sismo. En cada rato libre que tenía no podía dejar de pensar en eso. El jueves o viernes, no sé ni qué día es hoy, le mandé mensaje a un amigo con el que había cogido antes. Fuimos a un hotel y después me sentí muy tonta porque no le avisé a nadie. No tanto porque él me diera desconfianza, era mi amigo, sino porque le fuera a pasar algo al edificio y yo ahí.
Tamara, 25 años.
Llegué a compartir a través de mis redes el trabajo que estuve haciendo, de las diferentes actividades que realicé en la Ciudad. Estuve ayudando a canalizar ayuda, estuve muy movido con el coche, en centros de acopio, albergues, centros de desastre. Dentro de estas cosas que estaban pasando no podía evitar compartir un poco, también por sentirme acompañado y por inspirar a los demás. Es muy cierto que mucha gente podría haber asumido esto como una necesidad de reconocimiento, de protagonismo. Siento que estaba quebrantando esta ley de la filantropía que dice que lo que hace tu mano derecha no lo sepa tu mano izquierda. La filantropía real, que se precia realmente de serlo, no busca ni reconocimientos, ni reflectores, ni selfies. Busca ayudar y se acabó.
Pavel, DJ y escritor.
Creo que el temblor llegó en mal timing, si nos hubiera avisado hubiéramos arreglado las cosas para que no se nos juntaran y poder estar fríos, ayudando. Estaba en el acopio y estaba ahí este vato siendo el héroe y yo ahí atrás de él. Yo estaba haciendo las despensas que se mandaban. Había un tipo muy guapo trabajando cerca de ahí. De repente, este vato me manda a que le hable al otro y se lo presente. Yo dije: no, basta, y me fui a dar una vuelta muriendo de celos. En vez de regresar a seguir haciendo despensas, la verdad es que quise irme a platicar a casa de un amigo.
Erik, 29 años.
No cabemos en este lugar, ¿dónde nos vamos a dormir? Dije: va, no hay pedo. Despierto el domingo, vamos a hacer la diligencia y pienso: ¿no voy a desayunar antes de hacer el trabajo? Hacía un putero de calor, pinche sol, me voy a quemar, porque aparte tengo un pedo con la piel y no llevaba bloqueador.
Uriel, voluntario.
Creo que los gobernantes de las ciudades donde ha sido la catástrofe, las autoridades a nivel federal, han sido sumamente egoístas. Sus intereses han sobresalido en todo momento. Desde cuidar que salgan bien en las fotografías, desde preocuparse más por tener una imagen que sea condescendiente o que les refleje como personas que ayudan, aunque no lo hagan. Tenemos cientos de personas que ahora están sin hogar. Las autoridades son responsables de la tragedia por las omisiones constantes, por permitir que las viviendas, los edificios, fueran construidos de esa manera. Encima, ahora nos encontramos con su poca manera de accionar, con las omisiones sistemáticas. Yo apuntaría a ello. Entre la sociedad, entre las dinámicas sociales cercanas, claro que a veces veo cierto egoísmo, pero el egoísmo no está reflejado como nos lo enseñaron. Creo que el egoísmo se refleja cuando alguien está pidiendo auxilio, está pidiendo ayuda, o alguien está pidiendo ayuda por quienes no pueden pedirla, y hacemos caso omiso. Ahí colaboramos con aquellos que están en el poder y simplemente quieren callar las voces y tener una buena imagen.
Jessica, 25 años, defensora de derechos humanos.
Estamos tan cansados y tan desgastados. He querido sentirme acompañada, escuchada e importante, cuando, pues, las cosas están cabronas allá afuera. Ha habido dos momentos en los que pienso: pero yo quiero que me hagas caso a mí.
Leonor, 28 años.
Me siento ligera por haber renunciado a la Universidad del Claustro de Sor Juana. Ya de por sí me sentía muy fastidiada de ver que no exista congruencia entre el humanismo que tanto pregonan y el verdadero trato a estudiantes y académicos. Un día después del temblor, El Claustro se convirtió en un centro de acopio y apoyo. Muchísimas personas de dentro y fuera de la institución apoyaron con trabajo, donaciones, entregas; como ha ocurrido en tantos lugares, por fortuna. Sólo que el jueves por la tarde, me tocó la vergonzosa tarea de redactar un comunicado para informar que El Claustro sigue siendo centro de acopio, pero lo que se pretendía resaltar eran los “logros” porque tanto la rectora como el vicerrector estaba molestos porque no salían en los medios. ¡Vergüenza y asco! Quién puede pensar en eso. Es como la gente que va a sacarse selfies a las zonas de desastre. Si uno de verdad ayuda, no da ni tiempo ni gana de estarlo gritando: ¡Reflectores, aquí reflectores! Así que tuve que redactar un ridículo comunicado disfrazado de anuncio que avisaba que al día siguiente continuarían las labores de acopio y resguardo; pero en realidad “resaltando” cuántas entregas, cuántas tortas, cuántas camionetas, cuántos carros, etcétera. ¿En serio?
Bibiana, escritora. Publicación realizada en Facebook la noche del 25 de septiembre.
¡A mí me vale una verga la pinche vida!
Motociclista sobre División del Norte y Concepción Beistegui, después de ignorar los letreros y puños en alto que le pedían guardar silencio para facilitar la búsqueda de vida entre los escombros. Madrugada del 24 de septiembre.
Económicamente hablando, sea a nivel familiar, social, o de país, no nos conviene parar todo por menos del punto cero, cero, uno por ciento de la población. O sea, hay que ser solidarios, ayudar y poner de nuestra parte, pero no veo por qué hay que parar una ciudad por eso. Al contrario, necesitamos el flujo de dinero para poder aportar. Nos guste o no, es el sistema económico en el que vivimos. Si tienen las actas firmadas de daño o no daño estructural, pues que falten a sus trabajos, pero si es porque no les gusta la rajita del acabado, que son cosas muy frágiles, que no hagan pancho. Varias fotos que ponen, y hacen mega drama, no son de ningún daño estructural.
Juliana, 28 años, estudiante de la UNAM. 24 de septiembre.
Están aquí de huevones en sus redes sociales, llorando por no regresar a clases, y les apuesto a que muchos de ustedes ni se asomaron por las calles para ayudar aunque sea llevando víveres. Qué bueno que ya mañana regresan a hacer algo de provecho de su miserable vida. Y lo siento por quienes sí hicimos algo de verdad. Dejen de lloriquear, ayuden y pidan chance, si es que quieren, a todos sus profesores. La ciudad no puede detenerse, y al mismo tiempo podemos seguir ayudando. Dejen la huevonez.
Sandy M. Respuesta a un comentario en relación con el comunicado de la UNAM sobre el regreso a clases el 25 de septiembre.
Yo me sentí terrible, fatal, me sentí asqueado al ver a esas personas que estaban bailando. Me dio muchísimo asco, repulsión, el haber visto a esas personas moviéndose al ritmo del reguetón, repegando sus cuerpos, perreando, mientras había otras personas en desgracia. Haber ido a trabajar a un lugar de diversión, en un momento donde yo no lo consideraba necesario, vital, ni una ayuda de vida o muerte. El estar laborando en un lugar de evasión, donde se rinde culto al hedonismo, al egoísmo. ¿Cómo chingados podemos estar nosotros en un lugar divirtiendo y divirtiéndonos mientras hay gente que literalmente sigue debajo de los escombros? ¿Cómo diablos te puedes estar alcoholizando y perreando mientras eso pasa? Estaban no sólo no ayudando, sino disfrutando en un momento en el que el país estaba cayéndose o desmoronándose, literalmente. También de mi parte fue egoísta, dado que es un trabajo, un trabajo remunerado. A mí me pagan por eso, por lo tanto yo estaba lucrando con esa diversión hueca, anodina.
Pavel, DJ y escritor.
* * *
Culpa
Benditas las vírgenes que nunca se culpan.
El eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Michel Gondry, 2004).
A partir de Eloisa to Abelard de Alexander Pope.
No pensé en mi familia, eso estuvo bien culero. Mi hermana y mi papá estaban en Puebla y cuando fue todo ese pedo yo no estaba pensando en ellos. Yo estaba pensando en mi gata y en mi departamento, todo mal conmigo. Y luego ya en las noticias me enteré que en Puebla hasta se cayó una cúpula.
Pablo, estudiante universitario.
Esa mañana salí temprano de la escuela e hice mi vida. Ésa que a veces tenemos los docentes fuera del aula. No estuve con mis niños para abrazarlos y sentir con ellos la pesadilla que empezaba. No estuve ahí justo después de que mi grupo me escogió como asesora. Decidí salir de la escuela y la catástrofe no me ha permitido regresar.
Marta, profesora, 31 años.
El fin de semana pasado fuimos a este poblado que está a media hora del epicentro. Jolalpan se llama, allá en Puebla, casi colindando con Morelos. Todo iba bien en el trayecto, con mucho ímpetu, qué padre estar ayudando, la oportunidad de ir en mi coche, con la ayuda que logramos recabar. Había una comodidad incluso en ayudar. Decidimos pasar a las casas y saber qué era lo que necesitaban, más allá de llegar a la plaza. Y allí es donde te das los madrazos. Me explicaban cómo estaba la situación, porque yo me encargué de hacer preguntas, y yo decía: ¿quién vergas soy para estar aquí preguntando, para meterme en lo que queda de las casas? Cuando yo sé que regreso en mi coche, regreso con gasolina, y tengo que regresar el domingo en la noche, aunque sea en la madrugada, porque me espera un trabajo al día siguiente.
Uriel, voluntario.
¿Cómo una puede estar durmiendo cuando hay gente atrapada en los edificios? ¿Cómo puedo comer cuando hay gente que no tiene casa?
Marcia, funcionaria pública.
No comía. Sentía culpa de que hubiera gente que no tuviera nada que llevarse a la boca al momento y yo tan chingón y tan campante me pudiera detener en cualquier lugar, fondita, restaurante, mi casa, a comer.
Pavel, DJ y escritor.
Está pasando tanto que queremos abarcarlo todo. Quisiéramos que no estuviera pasando y ayudar lo más que se pudiera. Y te das cuenta de que no puedes, que no solamente no estás abarcando lo que quisieras abarcar, sino que los vacíos que dejas te hacen sentir muy culpable.
Marcia, funcionaria pública.
Desde que tenía 12 años quería ser maestra de español. No hay un día en la vida en que haya deseado tener otro trabajo, y mira que he tenido muchos otros. El aula es mi lugar feliz, el espacio en el que me siento útil, la trinchera desde la que he elegido llevar a cabo todas mis luchas. Después del 19 de septiembre siento que no quiero volver a la escuela, siento que no merezco ese espacio hasta que no hayan acabado las labores de rescate, hasta que todos los sobrevivientes estén afuera y todos los cuerpos hayan sido llorados. No merezco un lugar feliz en medio de tanto dolor.
Marta, profesora, 31 años.
He sentido culpa de estar viva, de estar bien, incluso de tener la comodidad de respirar, de sentarme en un sillón y mirar el contexto sólo a través de redes sociales y medios de comunicación. Creo que muchas de las noticias van encaminadas, más que a generarnos conciencia, a la especulación. Trato de buscar herramientas para no caer en la culpa o en la autoflagelación. Soy consciente del lugar que ahora ocupo. Desde que como algo, desde que habito el cuerpo que habito, o simplemente desde que tengo la fortuna de estar viva y al lado de mi familia. Ahora sé que esto puede cambiar en cualquier momento y, ante ello, hay que apostar por el autocuidado.
Jessica, 25 años, defensora de derechos humanos.
Tenía mucha hambre, pero no podía comer. No era que algo consciente me lo impidiera, era como una barrera mental. Había ayudado en algunas cosas, en lo que se podía, y pensaba ir a ayudar a repartir comida más noche, tampoco me había estado haciendo wey. Estaba solo en la casa, mi pareja estaba en un centro de acopio, y yo no quería comer nada de lo que teníamos en el refri. Tendríamos pasta y unos frijoles de bolsita. Empecé a mandarles Whats a mis amigos, a ver si alguien tenía un tiempito libre y quería comer conmigo, pero nada. Me daba como miedo salir solo. Le marqué a mi mamá y me dijo que pidiera algo a domicilio; yo le dije que eso era un acto superficial en semejante contexto. ¿Cómo va a ser superficial que comas algo?, me dijo ella. La gente que vive de repartir comida también tiene que trabajar. Total, que tampoco pude pedir nada. Me quedé sentado en el sofá, viendo Twitter. Ya luego entendí que me sentía mal por estar bien.
Diego, 28 años.
No siento culpa por estar bien, pero sí siento culpa. Mi culpa está más dirigida hacia no ayudar lo suficiente. Ayer en clase de baile, que es mi espacio de equilibrio y que me ayudó a sacar bastantes cosas, decíamos que cuando pasan situaciones así, se exponencian los síntomas, las características que ya traemos marcadas. En mí hay una característica de querer hacer más y más por otros y otras y querer ayudar y querer salvar al mundo y creer que nunca es suficiente. En situaciones como éstas se ve mucho más fuerte esa sensación en mí. Todo el tiempo me sentía culpable porque, si estaba en un lugar, debía haber estado en otro para ayudar, y si estaba en otro debía haber estado en otro.
Marcia, funcionaria pública.
Me siento como si no tuviera el derecho de volver a hacer mi vida normal habiendo tantos afectados. ¿No les pasa también?
Comentario publicado en Twitter por la usuaria @DitavonRIP.
Siento culpa por todo. Desde que me detengo un momento y dejo de hacer algo por los demás ya siento que está horrible. Retomar mi cotidianidad, retomar las cosas que hago por mí, para mí, siento que está nefasto.
Pavel, DJ y escritor.
Me he contenido, pero tengo un problema de ansiedad. Ya sabes todo lo que representa. Pero pienso: no, tú no puedes sentirte así porque hay mucha gente que realmente se está sintiendo así y es real. Esto es imaginario. Me contengo. Empiezo a sentir que se me cierra todo, que no puedo respirar, se me acelera el pulso y todo eso horrible. Entonces pienso que hay gente que está sintiendo eso y es real, no es un pánico imaginario. No te puedes permitir esto, contrólate.
Samantha, estudiante universitaria.
Después del terremoto tuve que subir a mi auto y tratar de llegar a mi hijo, que estaba del otro lado de la ciudad. Las vialidades estaban colapsadas, el metro sin funcionar, el transporte público no era opción. Los automovilistas éramos de los pocos que manteníamos una esperanza medianamente fundamentada de que “pronto” estaríamos con los nuestros. Se me acerca un joven que iba al mismo rumbo que yo y me pide un aventón. Se me erizó la piel de terror. Apenas dos días antes había estado en la marcha que exigía un alto a la violencia hacia las mujeres en nuestro país. Me sentí vulnerable. No lo conocía y no podía suponer que era un riesgo llevarlo, pero me aterraba la posibilidad. Me sentí miserable por hacerlo, pero le mentí. Le dije que daría vuelta en la siguiente calle y que no iba al mismo rumbo que él. No sé si fue egoísta, solo sé que hasta hoy no se me quita la sensación de haber hecho algo muy ruin.
Marina, 34 años.
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