No son ajenas a la novela corta las reseñas bienintencionadas que comienzan con la frase “breve pero” seguidas de un adjetivo halagador; breve pero intensa, breve pero profunda, breve pero compleja. La conjunción adversativa parecería dar cuenta de que la intensidad, la profundidad o la complejidad fueran características nativas de la gran extensión. Dado que lo cierto es lo contrario, y la calidad de un relato obedece no a su longitud sino a la congruencia entre esta y su universo, esta lista personal busca, sin intenciones de agotar el tema, arrojar luz sobre diez novelas que son breves sin pero. He dejado fuera los kafkas, hemmingways, manns, josemiliopachechos y demás clásicos que no harían de estas recomendaciones sino una aburrida repetición del consenso.
Seda (1998), Alessandro Baricco
Quizá la más conocida de entre las novelas de esta lista, originalmente criticada por su supuesta simpleza, esta novela de Baricco destaca no solo entre sus demás obras sino entre la narrativa finisecular del XX por la precisión y la belleza con que cuenta la historia de un comerciante de seda francés que debe emprender un viaje a Japón tras una crisis de materias primas en su pequeña ciudad. Una novela que en el título lleva también su propia reseña.
El baile (1930), de Irène Némirovsky
Aclamada en Europa pero todavía no lo suficientemente conocida en México, Némirovsky es autora de grandes novelas, entre ellas esta pequeña joya en la que se condensan el drama aspiracional, las relaciones madre-hija y hasta un relato de iniciación. Por medio de un breve gesto de venganza, Antoinette, de catorce años, provoca un desenlace amargo en el baile de doscientos invitados que su familia ha planeado para inaugurar su ascenso social.
Salón de belleza (1994), Mario Bellatin
Junto con Flores (2001), Salón de belleza es la prueba de la indiscutible maestría de Bellatin en la novela breve. Echando mano de un realismo nebuloso, cuenta la gradual transformación de una estética en un “moridero”, después de que una enfermedad sin nombre comience a mermar a la población. La decadencia de sus habitantes se narra a contrapunto con la afición del protagonista por coleccionar peces, lo que dota al relato de simbolismo y de una belleza retorcida.
El gran cuaderno (1986), de Agota Kristoff
El primer libro de la trilogía de los gemelos Klaus y Lucas escrita por la autora húngara, esta novela descuella por su deslumbrante creación de un universo narrativo a partir de las propias reglas que estos niños, abandonados a su suerte en tiempos de guerra, sin haber ido a la escuela, crean a su manera. Es una píldora de terror social escrita con una austeridad no solo justificada sino impactante, que hace eco de la devastación bélica y de la abyección humana, sin dejar de coquetear con el ingenio y hasta con la esperanza, si bien una esperanza oscura.
Una lectora nada común (2008), Alan Bennett
La reina de Inglaterra se topa, de forma estrictamente accidental, con un libro; este hecho simple desencadena un inaudito gusto de la soberana por la literatura, lo que hará temblar desde sus cimientos al gobierno inglés, y pondrá de cabeza a todo el país entero. Libro lúcido y divertido, como suelen ser los de Alan Bennett, amable y sutil pero tremendamente incómodo, como las mejores comedias.
Patriotismo (1965), Yukio Mishima
Esta historia, considerada por algunos un cuento, nos convierte en testigos presenciales del ritual del seppukku que una pareja de recién casados lleva a cabo, después de que él, un soldado, decida ser incapaz de perseguir a sus amigos, todos ellos desertores amotinados contra el ejército en plena guerra civil. La narración detallada del evento entrelaza las variantes del amor, el honor y la muerte con una prosa certera y llena de vericuetos psicológicos, lo que además se enriquece en una doble lectura profética, puesto que el propio autor se quitaría la vida años después por medio del mismo ritual suicida.
La historia de tu vida (1998), Ted Chiang
La materialización literaria del mind-blowing, este reloj de perfecta redondez narrativa cuenta la historia de Louise Banks, doctora en lingüística, encargada de la comunicación entre terrestres y los recién llegados alienígenas, en una historia que gira sobre sí misma en paralelo con el idioma de los heptápodos. Ciencia ficción nada complaciente, esta pieza inspiró Arrival, una de las mejores películas del año pasado. Insoslayable.
Nieve (2006), Maxence Fermine
Un poco a la manera de Seda, quizá no tan brillante como esta pero igual de eficaz, Nieve cuenta en capítulos minimalistas la historia de un joven poeta japonés que viaja al encuentro de un anciano maestro para dominar el arte del haikú. Atravesada de entrañables episodios, la novela está permeada por el color blanco y el silencio, y evoca con éxito, por medio de la prosa, la sencillez y la belleza de la poesía japonesa.
Nada (2000), Jane Teller
Aparecida en el inicio del milenio, esta novela es una sacudida que no deja indemne a nadie. Sin duda una de las favoritas de esta lista, si bien el resto de la obra de Teller no está a la altura de este pequeño milagro. Pierre Anton decide un buen día dejar la escuela y treparse a un árbol, porque ha descubierto que la vida no tiene sentido. Angustiados, sus compañeros de clase emprenden una cruzada para demostrarle lo contrario, buscando aquellos objetos que para ellos tiene significado, en una historia que pasa de ser una premisa transparente a una devastadora avalancha existencial. Si la novela de Ted Chiang es la materialización literaria del mind-blowing, esta lo es del in crescendo. Imperdible.
Todas las de Amado Nervo (1870-1919)
A unos meses de cumplirse el aniversario de su muerte, las novelas cortas de Nervo, que Mariano Azuela calificara de “las más bellas jamás escritas en México”, no han logrado emerger del todo a la superficie del reconocimiento, quizá empujadas por la atmósfera de su poesía. La prosa de Nervo no solo es, en efecto, bella, sino que produjo historias verdaderamente valiosas, como El diamante de la inquietud —una novela sobre los celos—, Mencía —un homenaje a La vida es sueño de Calderón de la Barca— o El donador de almas, mi favorita personal, en la que además leemos un Nervo inusual y divertido que se burla de sí mismo y de los preciocismos modernistas por medio de la historia de un doctor que un buen día amanece con dos almas en el cuerpo. Si bien en general son textos difíciles de conseguir, la editorial Debolsillo acaba de editar, por fortuna, tres de sus novelas en un volumen conjunto.
*Foto de portada: Garlic Harvest Studio
Adrián Chávez
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