Aquél sábado 26 de abril de 1986 la planta nuclear generadora de energía en Chernóbil, Ucrania, explotó durante un ensayo de rutina para simular un corte de energía eléctrica. El reactor 4 de la central se sobrecalentó ocasionando daños irreparables.
La radiación emitida se calcula en 200 veces la provocada por las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki juntas. Es considerado el mayor desastre nuclear de la historia por el cual al menos trece países se vieron afectados.
Cualquiera pensaría que la central nuclear de Chernóbil fue clausurada inmediatamente después del incidente, pero ésta siguió en operaciones hasta el año 2000.
La versión completa del informe de la OMS, adoptado por la ONU y publicado en abril de 2006, incluye la predicción de otras 9000 víctimas mortales de cáncer entre 6.8 millones de personas afectadas. Esta cifra incluye los 31 trabajadores que murieron en el accidente, y los 15 niños que murieron de cáncer de tiroides. Todos ellos forman parte de las 600.000 personas que recibieron las mayores dosis de radiación. Sin embargo, los casos mortales verdaderos de un desastre nuclear no pueden saberse con exactitud, ya que los efectos perduran muchos años después.
Podría pensarse que el desastre nuclear de Chernóbil fue un evento aislado en un país remoto con el cual México no tiene conexión, interés o relación alguna, y del que si no sabemos nada, no pasa nada. Desgraciadamente, no fue el caso. Éste es un planeta minúsculo.
Entre 1986 y 1987, tres buques provenientes de Irlanda, el Adventure, el Tenacious y el Rmija atracaron en el puerto de Veracruz con un cargamento total de 67,000 toneladas de leche en polvo contaminada con altos niveles de radiación ocasionada por una nube radiactiva proveniente del mencionado accidente ucraniano. La compra la hizo una empresa paraestatal ya extinta llamada Conasupo.
Aun sabiendo que había productos contaminados en busca de mercados, el gobierno mexicano nunca realizó análisis para cerciorarse de que no ingresaran a nuestro país.
Una empresa que compraba a Conasupo llegó al rescate e hizo un análisis de la leche; encontró altos niveles de elementos radioactivos e informó de ello a la paraestatal. Gustavo Luna Garnica, gerente de dicha empresa ignoró totalmente la advertencia y mandó comprar más leche del mismo proveedor, de tal suerte que entraron al país en 1987 otras 39,000 toneladas de lácteos. Existieron intentos fallidos de diluir con leche no radiactiva para así disminuir la cantidad de contaminantes, una estrategia demasiado simple para funcionar; finalmente, a la sombra de una impunidad prevaleciente en el México desde aquel entonces, se decidió comercializar todo el producto. Esta información se mantuvo confidencial y el gobierno de Miguel de la Madrid logró controlar toda la información al respecto.
En diciembre de 1995, el Grupo de los cien y Greenpeace demandaron que se llevara a cabo una investigación respecto a la comercialización de la leche radiactiva en México, pidiendo, naturalmente, que se castigara a los responsables. Como consecuencia se formó una comitiva de todos los partidos políticos en la Cámara de Diputados y, tras varias reuniones, en septiembre de 1996, los diputados del PRI, con apoyo de la mayoría absoluta de que gozaba ese partido en la cámara, decidieron cerrar el caso.
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Junto con el incidente de Chernóbil, el accidente de Fukushima (Japón) en 2011 se cuenta dentro de los peores desastres nucleares de la historia. En el caso de la central de Fukushima, ésta no sucumbió ante el error humano, sino ante un terremoto y un tsunami. Como consecuencia, las nubes de radiación fueron arrastradas por el viento; se detectaron cosechas contaminadas con radiación en los Estados Unidos de Norteamérica, y en la leche de las vacas que pastaron esas zonas. A este respecto los japoneses mostraron madurez y, a diferencia de Ucrania, decidieron demoler la planta después del desastre. A pesar de ello, millones de litros de agua contaminada fueron vertidos al océano donde las terribles consecuencias sólo se pueden imaginar. Es evidente que estas catástrofes nunca son eventos aislados.
[/vc_column_text] [vc_column_text title=”La energía nuclear: ¿buena o mala?” pb_margin_bottom=”yes” pb_border_bottom=”no” width=”1/1″ el_position=”first last”]
Actualmente existen en operación poco más de 400 centrales nucleares alrededor del mundo que proveen un porcentaje importante de la energía eléctrica en sus respectivos países (en México existen dos centrales nucleares establecidas en Laguna Verde, Veracruz).
A la ciencia no podemos darle un mote de mala o buena, ya que ésta sólo es una herramienta que, como decía el célebre Carl Sagan, más allá de constituir un conjunto de conocimientos es una manera de pensar y es más bien para qué se use el resultado que se obtendrá de ella es lo que nos debe preocupar.
La ciencia depende casi enteramente de los subsidios que le otorgan los gobiernos, y son éstos los que deben ser responsables y dirigirse con un sentido de moral y ética en la toma de decisiones que esté por encima de cualquier ganancia monetaria (todo lo contrario a lo sucedido con la leche radioactiva en nuestro país). Si desconocemos la historia, estamos condenados a repetirla, hemos aprendido.
Pero no todo está perdido. Recientemente se ha logrado un tremendo avance en la fusión nuclear, en el cual una pastilla de hidrógeno súper enfriada y en extremo compacta confinada mediante rayos láser de alta potencia pudo generar más energía de la que se utilizó en el proceso, por lo demás mejor controlado y más estable que el actualmente usado en todas las plantas nucleares del mundo; se espera que en el futuro cercano se pueda comenzar a utilizar esta nueva tecnología más segura y eficiente.
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Ezequiel Alejandro Madrigal Carrillo
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