La aldea de Dafen como espacio de la anomia enunciado por Durkheim es una referencia fundamental de este momento donde nos sitúa Pierre Herrera, y donde el lenguaje toca sus condiciones limítrofes.
Es, al mismo tiempo, figuración y significación extraña, anómala; significación en proceso de disipación, en proceso de articulación en condiciones de una radicalidad que transforma la palabra en grafismo; transforma el grafismo en peso, el grafismo en sonoridad, y transforma la sonoridad en densidad gráfica.
Pierre ha logrado que en Dafen: dientes falsos (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2017) exista un punto de disipación en el cual la palabra adquiere todas sus potencias y pierde todas sus potencias.
Al mismo tiempo, asume y sintetiza toda capacidad de significación y, al mismo tiempo, abandona o renuncia a esa capacidad de significación que le era propia y que acotaba sus posibilidades de incidencia afectiva.
Así como Markson y el mismo Celan tocan también este lugar, este momento en el cual la palabra asume la posibilidad de hacer su propio enrarecimiento una condición de creación y recreación; una posibilidad de hacer decible aquello que está más allá de lo que cualquier regla hace posible decir.
Esa inteligibilidad más allá de todas las reglas de inteligibilidad.
Esta que apela a la aprehensión afectiva y la fuerza de impregnación de una palabra llevada a los límites de su propia significación.
La creación estética aparece, entonces, claramente formulada desde la palabra como improvisación: un ente (a)legal.
Pensemos en Dafen y en ese trayecto de sus pinturas, en ese juego de transformación entre cromatismo y espacio; entre cromatismo, afección y corporalidad; en esa extraña sonoridad de su propio espacio que aparece vinculada con el silencio, fundamentalmente, y con la apropiación.
Es decir, el juego de Dafen con la (anti)legalidad, la (a)legalidad y la (i)legalidad como una de las modalidades de la sonoridad.
El gran tema de Dafen es la misma copia; y que justo es uno de los ejes centrales para el pensamiento político; es prácticamente ineludible aludir al pensamiento de peligro en relación con la condición de copia excepcional.
Esta condición que vive dentro de Dafen es, por su propia naturaleza, algo extraño a la regulación y a la ley; es (extra)legal, pues señala las condiciones de una periferia, de una extrañeza de la legalidad.
Es lo ilegal mismo el vacío de la regulación y el carácter ambiguo, ambivalente.
De todas maneras, este lugar extremo en Dafen donde el trabajo cromático se vuelve arquitectura y objeto; se vuelve cuerpo, afección y sonoridad para situarse en la confrontación y conjugación de todos estos momentos y vértices que se articulan en el juego de la construcción estética.
Todo también parece iluminar de una manera muy clara esta condición limítrofe, este lugar sin reglas donde aparece la obra estética como la manifestación de una condición absoluta, radical de singularidad y un momento particular de esclarecimiento.
La regulación de lo falso aparece como la expresión de una potencia pura de invención formal, como una posibilidad pura de expresión en el margen en el cual la condición subjetiva se conjuga con las posibilidades del lector y las condiciones dialógicas del acto estético.
La periferia irrumpe desde ese lugar de extrañamiento, donde nos ubicó Pierre desde el principio, a una condición de fundamento de la fuerza expresiva de la composición visual.
Ytzel Maya
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