El agua caliente me cae sobre el cuerpo y el vapor llena el baño, intento recordar la forma de llegar a Foro Hilvana. Espero que todo esté en orden. No puedo convencerme de que ese sea el caso, después de todo yo no me hice cargo de los detalles del aniversario. Además, ¿qué podría hacer? De haber un contratiempo probablemente tenga que ver con la forma de conectar una guitarra, la consola de sonido o algo así. Cosas de las que yo nada sé. Aunque quisiera, no podría ayudar en nada.
Salgo del metro y sigo sin recordar cómo llegar. Colima 378, Colima 378—me repito. La amable señora de los esquites me señala una dirección. Camino. Al llegar me encuentro a Andrea saliendo de Hilvana. Va acompañada de una chica bonita de lentes cuyo nombre olvido enseguida. Adentro sólo están Freddy y gente que no conozco. Gente del lugar haciendo los últimos preparativos. El arsenal de mojitos se mira apetecible en la barra. Falta una hora para que inicie el evento y no tengo nada que hacer. Además no traigo cigarros. Mierda, cómo se me antoja un cigarro. Al regresar del Oxxo, de reojo se perfilan dos atractivas siluetas. Reconozco las voces: Mariana, Eunice. Hola, es por aquí. Pasen. Sí, donde está la manta roja. Pasen.
El cable. Sí, el cable. ¿Cómo vamos a presentar el número sin el cable del proyector? Coño, ¿quién tiene la culpa? En Steren nos dicen a Adrián y a mí que el convertidor cuesta $1290. ¿$1290? Ni hablar. No tengo tanto dinero. Aunque quisiera comprarlo no me alcanza. En mi bolsillo, el celular vibra: Nando Galicia. “Sí, no se preocupen, ya conseguimos el cable”. De regreso el taxista se pierde y damos una vuelta inútil. Estamos nerviosos, ya es tarde. Ni modo, al menos durante un momento sentí que hacía algo. $45 los mojitos, dos cervezas por $50. Mejor cervezas, no quiero gastar tanto. Aprieto un poco las manos, se me antoja un mojito. Ni modo, no quiero gastar. Nando da la bienvenida, la voz le tiembla. Imagino que en su lugar también me temblaría. Probablemente no, no es que sea muy bueno para hablar en público, pero tampoco me incomoda. $50 por dos cervezas, una por $30. ¿Quién quiere comprar una conmigo? Recuerdo que en el aniversario del año pasado, en la Fonoteca, también sonaba nervioso. Me imagino que es cosa de que se acostumbre.
Tengo un moretón en el bíceps derecho. ¿Qué me pasó? Claro, fue Lidio. La semana pasada Lidio… jajajaja. Pero bueno, ahorita no estamos hablando de eso. Nando terminó con la presentación general y ahora Adrián está hablando del número. Nos quedó bastante bien el número, la verdad. Ahora tendremos que seguir consiguiendo cosas de calidad, no bajarle, apretar más. Dios santísimo, qué flojera tengo. No, soy ateo, de verdad. Lo que pasa es que me gusta la expresión. No, quién sabe por qué. Pero sí, me gusta. Alguna vez me contó Nando que cuando la revista aún era impresa, tuvo que llenar un número de textos suyos usando varios seudónimos. Sí, el proyecto acabó muriendo hasta que un par de años después regresó con la idea de hacer una revista, pero esta vez en línea. Es mucho mejor, honestamente. Imagínanos repartiendo las malditas hojas tamaño doble carta por todos lados. Ahora es mucho más sencillo, así podemos llegar a más gente. Sí, sí, la magia del Internet.
Ya terminó Adrián. ¿Escuchaste cuando dijo que Nando servía para sacar copias y servir cafés? Jajaja, qué bien. Ahora alguien va a hablar sobre medicinas y agujeros negros, a ver qué tal. Dios mío, por favor, no. Bla, bla, proteínas, bla. Valeria me decía que es de mala educación hablar de la Crítica de la razón pura en una fiesta a las 4 de la mañana. Bla, proteínas, bla. Me doy cuenta de que tenía razón. No es exactamente lo mismo pero creo que el dictum se extiende a las proteínas a las 11 de la noche, ¿no? ¿Qué estará haciendo ahorita Val? Me gustaría que regresara de Inglaterra para hablar sobre Aristóteles con ella hasta que pierda los estribos, me termine por ignorar y yo me ofenda. Proteínas, proteínas, bla, bla. Imagino que me volvía bastante insoportable, jajaja. ¿Quién quiere comprar una cerveza conmigo? Bueno, compraré un mojito, uno no puede hacer demasiado daño a mi bolsillo. Sí, últimamente he estudiado bastante a Aristóteles por un curso en el que soy profesor adjunto. En él rastreamos el concepto del alma desde los presocráticos hasta medioevo. Disculpa, se me olvidó que es de mala educación. Es que ya estoy algo borracho.
Desde el fondo del foro se escucha una voz escandalosa y conocida. Sonrío. Raymundo llegó completamente borracho y está armando escándalo. Miguel Lupián lee un cuento, el tipo de las proteínas se perdió entre la multitud. Me agradó Miguel Lupián aunque apenas intercambiamos un par de frases. Andrea anuncia a Miguel Lupián como Miguel Ángel Lupián, le digo que se llama Miguel Antonio, pero igual lo vuelve a llamar Miguel Ángel al despedirlo. Veo que hay menos gente. Pero ya vienen las bandas, seguro animarán a los que quedan. Arrastro las palabras, quisiera irme a dormir de una buena vez. ¿Ya viste? La saxofonista de Mal’akh está guapísima. Bueno, compraré otro mojito.
Mariana y Eunice me dicen que suba para que nos tomemos una foto de grupo. Voy con ellas, pero la verdad me quiero quedar aquí abajo. Mira, allá está Freddy. Todos sonreímos y nos toman unas cuatro fotos. ¿Qué? ¿Más fotos? Bueno, está bien. Me da flojera seguir sonriendo, tal vez debería sonreír de forma más tímida. Se me cansan los músculos de la cara. Imagínate cómo les ha de ir a los boxeadores. Además de que un tipo se te va encima a puñetazos tienes que tolerar docenas de flashes por minuto. Qué espantoso. Una Corona y una Victoria, por favor. Demonios, ya no traigo efectivo. Tendré que pagar con la tarjeta. No estoy muy seguro de lo que me dice Mariana, pero igual respondo que sí. ¿Ya habías escuchado a Luz de Riada? El grupo está formado por ex-integrantes de Cabezas de Cera. Es una banda muy buena, aunque debo admitir que me gustaba más Cabezas de Cera. Pero bueno, yo qué sé. Debe ser la nostalgia de los años de la prepa.
El evento está por terminar y la gente se pregunta qué haremos después. Apenas pasa de la una de la mañana pero ya me quiero regresar a mi casa. Ojalá tuviera para el taxi. Afuera del lugar veo muchas caras conocidas, todas dicen lo mismo: iremos a casa de Raymundo. Sonrío. Ya en el coche me alivia la sensación de poder descansar el cuerpo por un momento. Cierro los ojos.
José Luis Álvarez Vergara
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