The Fundamentals of Caring (2016) y la relatividad del éxito
Hay caminos ya trazados y hay un número infinito de mensajes pidiéndonos que los sigamos. Lo que no dicen es que no hay espacio para tantos. Cualquiera puede completar la ruta pero no todos pueden hacerlo al mismo tiempo y es en esa verdad que se sustenta el éxito capitalista. En la imagen, sin embargo, no hay sólo mosquitos volando directo a la bombilla; hay quienes eligen el camino “del fracaso” por estar menos transitado o por la promesa de encontrar en él tesoros que ningún exitoso ha llegado a conocer. Hay también quienes tienen la oportunidad forzada de conocer de cerca la cara del fracaso y de encontrar en ella, a pesar de la renuencia, una nueva arista de la vida y de sus propios seres. Ése es el caso de Ben y Trevor, en The Fundamentals of Caring. El primero es un escritor retirado mucho tiempo antes de que su pluma llegara a su mejor momento. Una muerte terminó con sus aspiraciones pero le llevó también a conocer a Trevor, quien padece de distrofia muscular, y a convertirse en su cuidador. El cariño que se generará entre ambos los sacara de los límites de la sala y el sofá, donde nada ocurre, y los llevará a darle una oportunidad a los altibajos de la carretera. Ben encontrará en ese afecto más poesía de la que habría sido capaz de escribir. The Fundamentals of Caring es una historia de la vida que puede surgir sólo cuando el agua y las semillas se encuentran en el abismo.
Seeking a Friend for the End of the World (2012) o un millón de formas dignas de morir
Los sucesos que nos configuran y que al marcharse se convierten en nuestros recuerdos más preciados no siempre llegan en la presentación deseada. Tenemos una expectativa para casi cualquier evento de nuestras vidas. Nuestros niveles neuróticos de planeación llegan a tal extremo que fantaseamos con nuestro funeral y con los rituales que la gente ha de seguir para curarse nuestra ausencia. Tantas, y tan detalladas, expectativas no pueden llevar sino al fracaso. Incluso si consiguiéramos todas nuestras aspiraciones seguro que éstas no llegarían de la manera en que habíamos imaginado. Dodge y Penny han vivido más cerca de la idea común de mediocridad que de cualquier logro extraordinario. Cuando al mundo no le quedan más que unos pocos días de existencia la única decisión posible es sacarles tanto provecho como se pueda. Es entonces que cae de golpe todo el éxito no alcanzado pero que se cae también su propia definición. El valor del tiempo deja de pronto de medirse en logros de oficina o de negocios y se transforma en la simpleza compartida. Seeking a Friend for the End of the World es una película sobre el poder salvador que puede tener una mirada aunque ésta llegue justo unos segundos antes de la muerte.
Tallulah (2016): “Todos somos horribles y somos sólo personas”
No hay ruta más directa hacia el fracaso que la dependencia. No es que estén condenados, pero los planes que no dependen de uno mismo parecen contener entre sus ingredientes una amplia dosis de imposibilidad. Y es que nuestros grados de libertad se encuentran limitados por factores ajenos a nuestras facultades. La revelación no aparece frente a Margo sino hasta que Tallulah la señala: tus planes no pueden estar supeditados a la gente porque la gente apesta y te decepciona todo el tiempo. Tallulah es la historia de tres mujeres que, sesenta y nueve años después de Blanche DuBois, siguen dependiendo de la bondad de los extraños. Margo hizo a un lado sus planes académicos y profesionales para fundamentar su vida en la compañía de dos hombres que, eventualmente, la dejarían para perseguir sus propios sueños. Tallulah piensa que salvando a niños (mentales o cronológicos) del egoísmo de su familia se salvará a ella misma del recuerdo de sus padres. Carolyn es quizás el personaje más brillante de esta historia. Se trata de una mujer que construye cada parte de su existencia en torno a un hombre, lo que la llevará a tener una hija que no deseaba y a la cual no sabrá cuidar. Carolyn es el rostro del dolor y del fracaso al que nos condenan los estereotipos de género. En el camino tendrá que enfrentarse a los múltiples juicios que la sociedad ejerce sobre las “malas madres”, que no sobre los malos padres, y sobre la tan natural sensación de estar harta de su hija. Tallulah es una historia sobre la dependencia y sobre las posibilidades que surgen al romperse sus cadenas. Es también una señal que nos advierte que no siempre se puede postergar la liberación para mañana, que las ataduras pueden terminar por cortarnos el aliento.
The Brass Teapot (2013) y la sangre que salpica los billetes
El éxito en nuestro sistema económico se paga con sangre. No a veces, no casi siempre. Se paga con sangre, aunque no podamos verla. Nuestro modo de vida está sustentado en la explotación y la computadora en la cual escribo esto fue generada gracias a las variedades de la esclavitud moderna (En ésta página puedes conocer el número aproximado de esclavos que trabajan para ti). The Brass Teapot es la historia de una pareja heterosexual permanentemente avergonzada por su posición económica y sus pocos éxitos laborales. El destino de Alice y John cambia cuando se encuentran con una tetera que, por arte de magia, les empieza a regalar dinero. Pero el ascenso nunca es fácil y el dinero no crece en los árboles, ni siquiera en las mejores ficciones. El mecanismo que activa la generosidad de la tetera es el dolor de las personas. Alice y John descubren que para hacerla funcionar tienen que golpearse o provocarse heridas. Mientras más grandes, mayor es la retribución económica. El peligro real se desata cuando se dan cuenta de que el dolor que complace a la tetera no sólo es el físico; también las verdades y las palabras hirientes la hacen escupir billetes. Alice y John tendrán que elegir entre una vida dolorosa, llena de lujos, y la simpleza de una existencia donde no hay más que lo necesario.
Little Miss Sunshine (2006): Para crecer nos hace falta la vergüenza
Esta lista no podría estar completa sin Little Miss Sunshine. La historia de Olive habla de la necesidad de fracasar, de seguir en un camino en el que hemos puesto el corazón aunque todo indique que estamos a punto de estamparnos contra un muro. Olive quiere participar en un concurso de belleza para niñas aunque no cumple con los estereotipos físicos que le permitirían ganarlo. Puede que ni siquiera se dé cuenta de ello, que en su cabeza desprejuiciada no haya razón para que la gente pueda no considerarla hermosa o llena de gracia. Tampoco sus padres saben muy bien en lo que se meten cuando inician el viaje en carretera que les llevará a la sede del certamen. Lo mejor de Little Miss Sunshine es que presenta el fracaso sin tapujos. Cada uno de sus personajes es un perdedor sin remedio. Desde el tío que fue abandonado por su novio, por irse con un tipo más exitoso, más guapo y más buenote, hasta el hermano cuyo único sueño en la vida, ser piloto, se verá frustrado de manera permanente al descubrir su daltonismo. Llegado el momento, todos podrían impedir que la niña repita el camino de sus familiares, evitándole quizás un poco de dolor. ¿Pero quiénes son ellos para direccionar su destino? En vez de intentar salvarse a sí mismos salvando a la niña, los personajes decidirán acompañarla en su vergüenza. La imposición es “cosechar” un éxito tras otro, pero nadie habla de la riqueza que se encuentra en el espejo cuando no es posible maquillarse con dinero ni con premios ni con un par de halagos. Amar a Olive es dejarla fracasar, dejarla encontrarse en sus propios tropezones.
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