“La belleza, si es que aparece en mi obra, no es un objetivo primordial. Lo que sí persigo es la reflexión que el público puede hacer del entorno en el que vivimos a partir de unas imágenes”. Chema Madoz
Chema Madoz concibe a la imagen como una mirada que surge de un juego y que al final resulta en poesía. Visualizar las venas como ramas que recorren los brazos; el juego de la analogía, de la contraposición que deviene en la reflexión.
Para Madoz, el juego representa la manera más aproximada de conocer el mundo y encontrar soluciones. Se enfrenta a él a través de objetos, los cuales lo llevan a un mundo de posibilidades. Éstos pueden derivar en construcciones, invenciones, alteraciones; cualquier cosa que represente una buena opción para confundirnos y/o enfrentarnos con nuestra percepción y jugar con ella.
Chema Madoz nació en 1958 en España. Veinte años más tarde hizo sus primeras fotografías con la cámara de un amigo, lo que marcó el inicio de una fructífera carrera fotográfica con una Olympus Réflex de 35mm.
Para el año de 1984 cosechó su esfuerzo al ganar su primer premio con la imagen de una gabardina manchada en sintonía con la pared a sus espaldas. A su vez, en este mismo año realizó su primera exposición en un bar que reunía a diversos artistas, comenzando así el recorrido de su carrera, llena de poesía y alusiones de objetos nunca vistos de esa forma.
Madoz logró convertirse en un referente de la fotografía y nos recuerda que no todo es lo que parece, de lo cotidiano se generan otras realidades.
Como un haiku, su obra resulta en poemas cortos. Aquella vela que por llama lleva una delicada pluma y nos evoca el fuego de la libertad.
Los elementos que utiliza Madoz como parte de sus construcciones tienen una carga conceptual de la que hace uso el artista. Cada foto es para él un nuevo inicio del que él mismo dice “cuando tomo una fotografía me siento al borde del abismo porque nunca sé cuál será la próxima. Y eso es, precisamente, lo que me sigue haciendo atractivo un trabajo que está cargado de misterio y riesgo, que me plantea un viaje nuevo cada día”.
La obra de Madoz nos lleva a un viaje, a un lugar muy preciso y conocido. Y es que el trabajo de este fotógrafo es inconfundible; basado en su peculiar estilo. Al ver una de sus imágenes sabemos inmediatamente que le pertenece. Esa conjunción de mundos alternos de objetos, -que con anterioridad sabíamos cercanos- de pronto están convertidos en algo completamente distinto a su naturaleza. Pero esa es la magia de Madoz; transportar al espectador de lo conocido a lo desconocido en una misma vuelta.
Por: Shaula Loaiza
Fundación Pedro Meyer
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