No me odien mucho. Yo quería comentar hoy las nominaciones a los premios Oscar, pero da la casualidad de que el 80% de las películas nominadas aún no se estrena en México. Entonces no me queda más remedio que hablarles del Ola ke ase.
Según diversas fuentes de variable confiabilidad, se han registrado en Google cerca de 250 mil búsquedas sobre el nebuloso origen del Ola ke ase, así como 60 mil tuits que lo repudian con un odio que desborda los 140 caracteres, tras haber sido tendencia por más de dos días ininterrumpidos.
¿Qué más puede decirse, en realidad, del Ola ke ase? ¿Vale la pena estudiar tanta euforia de pasiones polarizadas? ¿Tiene sentido un análisis sintáctico, o la disección del proceso involutivo que causó la tajante muerte de la hache y el resto de la mutación ortográfica? ¿Vale el esfuerzo una defensa del cuidado antiséptico de la ortografía y el enaltecimiento de la redacción gourmet? ¿Tiene algún valor elaborar una antología de poetuits del tipo “Ola ke ase ondas en el mar”? ¿Deberíamos juntar firmas para solicitar a la Real Academia Española que de favorcito excomulgue a los iletrados?
El Ola ke ase, por si les quedaba alguna duda, no es sino otra manifestación de ese humor cibernético que se adueña de lo grotesco, lo purulento y lo mohoso para tornarlo en un juguete sin siquiera pasarle un trapito. Es una servilleta usada de sobremesa, con la que uno entretiene las manos mientras critica a la vecina. Cualquier campaña condenatoria es ridícula porque la parodia nació de la frase y no al revés: nadie con una educación más o menos decorosa escribe Ola ke ase sin otro fin que el burlesco, y quienes de verdad, con toda seriedad y esmero, escriben así, no se van a reproducir con Gremlins sólo porque su famosa expresión es Trending Topic.
Quienes se bañan en ceniza por el pecado ortográfico carecen de visión comunicativa. José Saramago ganó el Nobel de Literatura y sólo usaba comas; los puristas de hoy seguramente habrían exigido que donara el premio a una asociación civil que apoye a damnificados por los atropellos al idioma.
Independientemente de las reglas editoriales, la ortografía sí puede encajar en la moda, como puede desbaratarse en la poesía o sacrificarse en favor del ingenio, según sea la intención. La único que debo conceder, acaso, es que quienes mejor la conocen son quienes más bonito la destrozan.
Y ustedes, ke asen? Desgarrándose las vestiduras o ke asen?
Adrián Chávez
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