En su ensayo Los subgéneros y la mirada fantástica Rafael Villegas escribe:
…No basta con llenar el cielo de nuestra ficción con dragones, ovnis o superhéroes para que la imaginación cimbre nuestras nociones sobre lo posible y lo imposible.
En estas líneas Villegas señala acaso el defecto más alarmante de la mayoría de la literatura fantástica producida estos días en nuestro país. Abundan las historias donde zombies, extraterrestres y brujas sufren una larga y detallada lista de aventuras en mundos extravagantes y muy muy lejanos. Sin embargo, poco hay en esos relatos de lo que Faulkner llamaba “the old verities and truths of the heart” sin los cuales cualquier historia es efímera y está condenada.
Por lo mismo es una grata sorpresa encontrarse con el primer libro de Lola Ancira (Querétaro, 1987), Tusitala de óbitos. Ya el título de este volumen de relatos anuncia el estilo de la autora (Tusitala es el nombre con el que la gente de Samoa se refería a Stevenson, quiere decir contador de historias): cuentos llenos de referencias literarias que revelan el amplio conocimiento de Ancira de la tradición de las cuales sus historias se alimentan.
El primer relato del libro, “Dédalo”, es la versión personal de la autora de la historia del habitante del laberinto sampleada con referencias a la obra de Edward Gorey. Siguiendo esta pauta, del resto del libro comienzan a fluir personajes, ambientes y realidades enteras que terminan por envolvernos en el personalísimo mundo de Ancira. Destacan además las historias “9192 631 720“, versión única del familiar sueño profético y “Cosmogonía de las parafilias“, donde se puede observar con mayor intensidad la mirada original de la autora para analizar la realidad cotidiana desde un ángulo fuera de lo común.
Es destacable que cada historia del libro recuerda otra famosa de los subgéneros fantásticos. “Paygame” recuerda “La secta del fénix” de Borges o la serie de “Instrucciones“ de Cortázar. Por su parte “Los infortunios de Vigilius Haufniensis” tiene el aura de “La casa de las celosías” de Amparo Dávila. Todo esto sin caer en el plagio o la imitación descarada, sino en el reconocimiento de la tradición fantástica. Por otro lado, es un gran acierto el estilo que Ancira ha escogido para contar sus relatos, ya que éste concuerda a la perfección con los contenidos de sus historias. Por breves momentos complicada y cultista (abundan adjetivos como agónico, ominoso, discrepante) la narración refleja un cuidadoso trabajo y una gran preocupación por el lenguaje.
Quizá el mayor defecto de tu Tusitala de óbitos sea también parte de uno de sus mayores aciertos. Lola Ancira refleja el gran conocimiento de los subgéneros en los que inserta sus historias, pero a la vez la autora parece dudar a la hora de tomar su propio camino y empezar a abrir senderos por sus propios territorios. En “La mujer volátil”, uno de los relatos más originales del libro, Ancira cuenta la historia de Violeta, quién fastidiada de la vida mundana en la tierra, se empieza a elevar hasta alcanzar el cielo. De la misma forma sería interesante ver los cielos que Lola Ancira puede alcanzar usando como materia prima sus amplias lecturas fantásticas y su buen manejo del lenguaje, pero alejándose un poco de sus terrenos conocidos.
Fernando Galicia
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